A continuación nos permitimos compartir con ustedes la nota escrita por la periodista Poly Martínez (@Polymarti) para el periódico El Tiempo, en su edición dominical, la cual habla sobre el trail running.
Todos los corredores tenemos mitos, pero los corredores de ‘trail’ tienen además la montaña. Es decir, bosques, riscos, quebradas y travesías por terrenos que abarcan diferentes pisos térmicos y condiciones climáticas cambiantes que son un reto adicional. Por eso, esta modalidad de atletismo es cuento aparte.
Como modalidad de competencia –dicen–, el ‘trail running’ o la carrera por montaña corre paralela al nacimiento de la Maratón de Boston. Comenzó en San Francisco el 19 de noviembre de 1905 con el nombre de Dipsea Race y es tan exigente y selectiva como la de Boston: solo recibe 1.500 corredores, que se reúnen sagradamente el segundo domingo de junio.
Aunque hay quienes marcan el origen más atrás, como competencia a campo traviesa en el Reino Unido e Irlanda, como modalidad más estructurada de atletismo arranca en la década de 1970, se fortalece en los 80 y 90 y solo en 2015 es aceptada formalmente por la Iaaf (Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo, por sus siglas en inglés) como disciplina competitiva de atletismo.
En Colombia es un deporte de competencia de lento desarrollo, con menos de 10 años y una participación que no llega a 3.000 competidores. Pero con el crecimiento de las carreras de calle, más atletas recreativos empiezan a salirse de parques, pistas y andenes para buscar nuevas rutas.
Dicen los que saben que es poco frecuente que aquellos que llegan a la montaña y aprenden a correr por ella regresen al pavimento. Aunque están los que llamo ‘triptónicos’, que, sin mayor problema, corren con éxito en los dos terrenos, la mayoría termina atrapada por el paisaje, el ritmo y la concentración que requiere el ‘trail’, a lo que se suma el contacto con la naturaleza. El ‘trail’ es una puerta de salida del ruido de las calles, de la contaminación en todas sus formas y de la onda deportiva ‘fashion’. “En la montaña la persona se desconecta del mundo para conectarse a otra realidad, y una vez se logra ese cambio es difícil dejar de correr por la montaña”, asegura Inés Bayona, ultramaratonista y psicoanalista que conoce bien las rutas de la mente y la montaña.
Muchos ‘runners’ se inician porque ven en la montaña una forma de entrenamiento cruzado o buscando una experiencia diferente, pero Elkin Quintana, experto en ‘trail running’, licenciado en Educación Física y director de Aire Libre y Aventura –organización experta en carreras de montaña y ultramaratones–, dice que por experto que alguien sea en otras modalidades de atletismo, al enfrentarse al ‘trail’ es mejor ser prudente: “Empiecen por 8 o 12 kilómetros, nada más. Correr por la montaña es más duro para las piernas, pero las sensaciones y el paisaje son la recompensa. Únanse a un grupo de corredores porque da ánimo y enseña a orientarse en el terreno”.
Dar el paso en serio no es tan sencillo como irse de trotecito veredal con cualquier par de tenis, apertrechados con un poco de agua y un par de piedras en la mano por si los perros. Esa es una ruta de acceso al ‘trail’, pero lejos del exigente camino para competir en serio.
Saúl Padua, de 25 años, corredor élite colombiano, campeón mundial en la modalidad de kilómetro vertical en el Monte Blanco (KMV es una prueba feroz, de máximo 5 kilómetros, con 1.000 metros de desnivel positivo entre subida y bajada, sobre un terreno irregular con pendientes de hasta 50 % de inclinación: para cabras), subcampeón mundial de KMV en las Dolomitas y Transvulcania, entre otros podios, recomienda “empezar por terrenos tipo ‘cross country’, con pequeñas lomas, sin tramos técnicos complicados. Luego pasar a caminos con pequeñas dificultades y una distancia de 10 km, suficiente porque en Bogotá y otras ciudades los corredores están acostumbrados a terrenos más fáciles, pero si suben una trocha se asustan bajando, en especial con las piedras, lo que hace que se tensionen e incremente la posibilidad de que se caigan”.
Pasito a pasito
Antes de saltar al tema de la pisada, todos los corredores de montaña insisten en tres aspectos: conocer el terreno antes de participar en alguna competencia o travesía (estudiar la altimetría al detalle) y aprender a orientarse; llevar hidratación de sobra (mínimo 500 ml si son menos de 10 km o 50 minutos, y de ahí en adelante calcular que cada 15 o 20 minutos debe tomar sorbos); además de comer periódicamente, según el recorrido y la exigencia del terreno, pues en las carreras de montaña se queman muchas más calorías y hay que evitar la ‘pálida’; y usar el calzado adecuado: tenis especiales, que tengan buen agarre y suela con tacos diferenciados, llevar impermeable o cortavientos, pito, ojalá celular, algo de plata.
Y la gran diferencia al correr: “La primera batalla es entender que se debe modificar el ritmo de acuerdo con el terreno –dice Quintana– , y trepar con pasos cortos”.
Además, elevar las rodillas e impulsarse con movimientos cortos y rápidos de los brazos, lo cual ayuda a marcarles el ritmo a las piernas. Para el corredor de calle, en la subida está el principal reto porque, además, es muy exigente para los pulmones. Ya en los tramos planos, alargar la zancada.
Si subiendo el temor es que no rinda, en bajada el miedo está en la velocidad sin control. La técnica vuelve y juega: “El truco para bajar está en no quitar la mirada, dar pasos chiquitos, levantar las rodillas para no enredarse y elevar los brazos para desacelerar”, dice Bayona. Y Quintana señala: “Para bajar no solo se requieren piernas, sino aprender a saltar y a absorber el impacto en los músculos del abdomen, lo que exige un ‘core’ fuerte”. Y “soltarse, ir relajado –añade Padua– porque si van miedosos, se caen fácil. Es como un baile, hay que ser flexible y entender que el camino lo va moviendo a uno”.
El otro truco es inscribirse en una carrera de ‘trail’. En Colombia, las más famosas son: Guatavita Merrel Trail Tour (abril), Chicamocha Run–Santander (julio), The North Face k42–PNN Farallones, Cali (agosto), Endurance Challenge North Face–Sibaté, Cundinamarca (noviembre) y Del mar a la cima Merrell-Santa Marta (diciembre).
Seducidos por el ‘trail running’
1. De la ciudad al campo: Inés Bayona
“La primera carrera que corrí fue la de La Mujer (2013), invitada por mi hija. De ahí me fui a participar en la Media Maratón de Miami (2014), y quedé vuelta pedazos. Pero me encantó. Y, como no soy una niña, decidí hacer las cosas bien, con deportólogo y nutricionista. Pero a los dos meses se me atravesó la carrera Merrell, en Guatavita, y entendí que soy de la montaña. Lo que vivo en la montaña es un momento de intimidad conmigo misma. Siempre quiero volver”.
2. ‘La velocidad, a segundo plano’: Nicolás Santos
“Para lograr un balance, que considero esencial para un corredor, se debe mezclar el pavimento con la montaña. La montaña será siempre para mí una válvula de escape a la intensidad y dureza del pavimento. En la montaña la velocidad pasa a un segundo plano. El secreto está en conocerse a fondo, regularse y saber distribuir la energía; no gana el más veloz, sino el que mejor se conozca. Y, a diferencia de la calle, en la montaña nunca existe una carrera igual a la otra”.
3. ‘La montaña es inédita’: Jorge Bohmer
“El ‘trail’ lo define todo en correr: cuando lo ensayé no volví a entrenar en calle. Paso, ritmo y velocidad los pone la naturaleza. Es un privilegio correr por los farallones de Cali, ideales para entrenar carreras de triatlón. Hoy forman parte de mi preparación para el Ironman 70,3 de Cartagena, este diciembre. Llegué al ‘trail’ para mejorar mi entrenamiento. Funcionó, y me atrapó. Al correr por la montaña, cada salida es una experiencia inédita: la llevas en el corazón”.
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