Dopaje y corrupción, graves problemas que aquejan al atletismo en Kenia

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Casi cada semana, la Unidad de Integridad del Atletismo (AIU) de World Athletics anuncia una nueva suspensión, provisional o definitiva, a un atleta keniano de mayor o menor nivel. La lista solo crece y ahora mismo hasta 110 están cumpliendo sanción.

Ante la amenaza de sufrir una suspensión como la de Rusia, que entre 2015 y 2023 no pudo competir como país en el atletismo por el dopaje de estado, ahora no lo hace por la invasión de Ucrania, el gobierno se comprometió a invertir 28 millones en antidopaje entre 2023 y 2028.

Sin embargo, para acabar con este problema, no todo es cuestión de inversión. «También es necesario un cambio cultural. Las personas que ahora ganan dinero con el dopaje también tendrán que ganarlo con el antidopaje en el futuro. Y no puedo conseguir eso por mi cuenta. La caza furtiva era un gran problema en Kenia y se resolvió convirtiendo a los cazadores furtivos en guardabosques», explica Raphael Roux, el enviado de la AIU a Nairobi, en una entrevista en la que detalla la situación de Kenia, y en la que explica que no tiene ningún sentido que la sede del antidopaje keniano (ADAK) esté solo en la capital y no en Eldoret. «Todo los relacionado con las carreras de fondo tiene lugar allí. Viajar allí tres veces al año no funciona, tienes que visitar constantemente los campos de entrenamiento y saber quién se encuentra», opina.

Roux cree que mientras el dopaje de Rusia «estaba estrictamente controlado de forma centralizada, aquí es la jungla», y explica que la pobreza y la corrupción intrínseca del país lo explica todo: una enfermera que roba EPO de un hospital y la vende en Iten, médicos y farmacéuticos que venden placebos a deportistas que quieren doparse y comisarías de policía donde el dinero lo arregla todo.

Lawrence Cherono, ganador de los maratones de Boston y Chicago en 2019, y que ha sido suspendido siete años por incumplir las normas antidopaje.

«Pagamos bien a los inspectores con la esperanza de que así estén menos dispuestos a aceptar sobornos, pero también hay falsos inspectores que llaman a los deportistas y les piden 10.000 euros para que mantengan su silencio, o gente que envía una carta en nombre de la ADAK para informar de un positivo y piden dinero para mantener su silencio», relata. «El hecho de que se gaste tanto dinero en correr también significa que mucha gente espera beneficiarse de ello», resume.

El responsable del antidopaje también se muestra preocupado por la omertá, la ley del silencio que hace que los atletas se muestren poco dispuestos a colaborar para esclarecer tramas de dopaje, y por la poca gravedad con la que se toman las trampas. «El uso de dopaje está banalizado. Si todos pueden hacerlo, ¿por qué yo no?», reflexiona. «El problema es la brecha entre la vida normal aquí y los premios en metálico que puedes ganar corriendo. Un keniano que gana 10.000 dólares en un maratón estadounidense puede mantener a su familia durante diez años«, cuenta como clave de por qué merece la pena arriesgarse a una sanción de cuatro años.

Roux también carga contra los representantes de atletas extranjeros que intentan sacar dinero de los atletas y están dispuesto a todo para ellos. «Conozco managers chinos y estadounidenses que nunca han estado en Kenia, pero tienen muchos atletas aquí. Se trata de pura ganancia financiera sin invertir nada en el deporte. Algunos atletas sólo se quedan con el cinco por ciento del dinero del premio. El resto va a parar a los bolsillos de otros. Eso está al borde de la esclavitud», denuncia.

El enviado del antidopaje del atletismo cree que el problema que sufre Kenia es el mismo que se da en Uganda y Etiopía, pero como allí ni siquiera hay laboratorio antidopaje, el problema es menos visible. «Hay atletas que desaparecen de la tierra durante tres años y luego baten un récord mundial», concluye.

Nota tomada de Runnersworld.com.es