Texto y foto: Tomadas de www.consudatle.org

El 11 de junio de 1978, exactamente hace 42 años, el legendario fondista colombiano Domingo Tibaduiza batió el récord suramericano y nacional de los 10.000 metros, en la misma carrera en la que el kenyata Henry Rono establecía el récord mundial.

Rono, un corredor tan talentoso como de vida infortunada, era la estrella del momento. Protagonizó una temporada mágica, batiendo cuatro récords mundiales en apenas 81 días.

Pero apenas cuatro corredores se dieron cita para aquella prueba de 10 mil, largada a las 16.30 de la tarde en el Estadio Kricketer Plate, en la capital austríaca. Como ‘liebre’ estuvo un gran corredor holandés, Jos Hermens, quien posteriormente se convertiría (y hasta nuestros días) en uno de los principales managers del circuito mundial.

Rono terminó la prueba en 27:22.47, para quebrar el récord del mundo que había fijado su compatriota Samson Kimbowa con 27:30.5 un año antes. Y Tibaduiza quedó segundo con 27:53s02, para quedarse con la marca nacional y suramericana que su compatriota, gran rival y compañero de tantas gestas atléticas, Víctor Mora, había logrado dos años antes en Munich (27:55.72). El otro hombre que terminó esa prueba en Viena también estuvo por debajo de los 28 minutos: el keniata Joel Cheruiyot (27:58.9).

Rono, estudiante de Educación Física en la Washington State University en Spokane, había causado sensación en las primeras competencias de la temporada estadounidense: el 8 de abril en Berkeley batió el récord del mundo sobre 5.000 metros con 13:08.4 y el 13 de mayo en Seattle, consiguió la marca de esa distancia distintiva de los atletas keniatas, los 3.000 metros con obstáculos. Marcó 8:05.4, mejorando los 8:08.0 que le habían servido al sueco Anders Garderud para llevarse el oro olímpico en Montreal, dos años antes.

Aunque el promotor de la prueba de Viena contaba con Rono para el intento de los 10.000 metros, no pudo atraer a otras figuras de élite. El gran ‘Tiba’, en cambio, tuvo su oportunidad y la aprovechó, en la mejor producción de su vida sobre esa distancia. Su plusmarca suramericana recién pudo ser mejorada por el argentino Antonio Silio (27:46.54), trece años después. Y aún hoy se mantiene como el quinto mejor suramericano de la historia, además de ser imbatible como tope colombiano.

Pocos días después de aquel encuentro en Viena, Rono extendió su serie al apoderarse del récord mundial de los 3.000 metros llanos con 7:32.1 en el mítico estadio Bislett, en Oslo, un registro que recién pudo superar otro fenómeno como el marroquí Said Aouita (7:29.45) mucho tiempo después.

Rono venía de la tribu de los Nandi, cantera inagotable de fenómenos atléticos y había nacido en 1952 en la villa de Kiptaragon. Tuvo la posibilidad de completar estudios secundarios y realizar el servicio militar, al tiempo de ingresar al atletismo. También fue preseleccionado para los Juegos Olímpicos de Montreal (1976) pero el boicot de su país -tanto ese año como cuatro después para Moscú- le impidió asistir a la máxima cita deportiva del mundo.

Con una beca para sus estudios en Educación Física llegó a junto a otros corredores keniatas a la Washington State. Desde allí completó su gran temporada del 78, esa de las cuatro maximarcas mundiales, con dos triunfos en los Juegos de la Comunidad Británica en Edmonton (5.000 metros y ‘steeple’) y dos más en el Campeonato de África en Argel (10.000 y ‘steeple’). Para la misma Universidad llegó poco después el mediofondista argentino Omar Ortega, quien pudo compartir sus entrenamientos con Rono y su equipo, antes de alcanzar -él sí- el sueño olímpico en Los Angeles.

En 1981, Rono protagonizó un vibrante retorno a los primeros planos al marcar 13:06.20 en Knarvik, cerca de Oslo, y batir nuevamente el récord de los 5.000, que el británico David Moorcroft se encargaría de reducir un año más tarde (13:00.41).

Fue el último aviso de aquel formidable corredor keniata. Sufrió por largo tiempo problemas de alcoholismo, llegó a vivir casi en la indigencia. Hasta que pudo ser rescatado y ayudado. Hace algunos años, la World Athletics lo homenajeó en su Gala de Montecarlo, mientras Rono -recuperado- brindaba sus enseñanzas en Albuquerque, Estados Unidos.

Para Tibaduiza, aquella carrera en Viena fue uno de los hitos de una notable campaña, la de uno de los mejores fondistas del historial sudamericano. Nacido el 22 de noviembre de 1949, en Sogamoso (Boyacá), representó a Colombia en cuatro ediciones de los Juegos Olímpicos: se quedó en las series de 5.000 en Munich 72 y 10.000 en Montreal 76, pero fue 17° en el maratón de Moscú 80. También compitió en Los Ángeles 84, donde ocupó el 11° lugar en su serie de 10.000 y abandonando en el maratón.

Integró aquel “trío dorado” y hasta ahora irrepetible de fondistas colombianos junto a Alvaro Mejía Florez y Víctor Mora. En aquella temporada del 78, ‘Tiba’ también batió el récord sudamericano de los 5.000 metros con 13:29.67, el 16 de agosto durante el torneo de Zurich, un registro que permaneció por doce años al tope de las listas y que, a nivel de su país, recién pudo mejorar Gerard Giraldo en la pasada temporada, en Stanford con 13:21.31.

Entre los triunfos más relevantes de Tibaduiza se cuentan la San Silvestre del 77 -la prueba paulista que marcó la gran popularidad en su país, también para Mejía y Mora- y la medalla de oro de los 5.000 metros en los Juegos Panamericanos de México, en 1975, delante del estadounidense Theodoro Castaneda y del local Rodolfo Gómez, otro de los grandes rivales de Tibaduiza a lo largo de su campaña.

También en esos Juegos, Tibaduiza fue un puntal colombiano por casi dos décadas: había debutado en Cali 71 con el sexto lugar en los 10.000 metros. En México 75, además de su victoria en 5.000, se llevó la medalla de bronce sobre 10.000, detrás de los locales Luis Hernández y Rodolfo Gómez. Volvió en Caracas (1983) para sumar nuevas medallas: subcampeón en 10.000 y bronce en 5.000. Y se despidió con un quinto lugar en Indianápolis 87 sobre 10.000.

También le aportó numerosos triunfos al atletismo de su país en Campeonatos Sudamericanos y Centroamericanos y del Caribe, y fue un animador de las principales carreras de calle y ruta. Y cuando el maratón se convirtió en una disciplina popular, fue el fondista sudamericano que lo elevó en nivel técnico, al batir en cuatro oportunidades el récord hasta fijar su mejor marca de 2:11:21 en Nueva York (1983). Uno de sus triunfos más importantes fue en el Maratón de Berlin 1982 -hoy, una de las pruebas más relevantes del mundo- donde marcó 2:14:46. Y también quedó tercero en Boston (1984) con 2:15:40. Se despidió de las competencias a los 44 años con un tercer puesto en el maratón de Las Vegas, aún a esa altura corriendo por debajo de las 2:20 (2:19:57).

Se dedicó a la formación de nuevos valores en pruebas de fondo y, una década atrás, estuvo al frente del equipo nacional colombiano en esa especialidad.