Los 400 metros tienen la fama de ser de las pruebas más exigentes y hasta dolorosas del atletismo, y con justa razón, dado a que no se trata de velocidad. Es decir, el atleta no puede acelerar al máximo durante toda la prueba, pero tampoco tiene suficiente espacio para marcar el ritmo e ir dosificando sus fuerzas porque se quedaría atrás, hay que ir rápido, pero no tan rápido como para acabar la reserva de energía.
Cuando un atleta corre los 100 o 200 metros, la velocidad es la clave. Tiene que ir al máximo todo el tiempo. Y en las distancias medias o largas como los 800 o los 1.500 metros, el secreto de una buena carrera es dosificar las fuerzas de tal manera que quede algo para hacer un sprint en la recta final. Dependen más de la resistencia y el ritmo que de la velocidad pura.
De hecho, hubo un tiempo que los 400 metros lisos estuvieron clasificados entre las pruebas de media distancia y ahora se consideran un “sprint prolongado”. La World Athletics la cataloga la prueba dentro de las de velocidad. “A veces, los 400 metros también se denominan la ‘prueba mortal’, porque se somete al organismo a un gran estrés que hace que el cuerpo se fatigue invariablemente, especialmente en la etapa final”, explica Jürgen Schiffer, doctor y subdirector de la Biblioteca Central de la Universidad Alemana del Deporte en Colonia.
¿Qué le sucede al cuerpo en la carrera de 400 metros?
Para empezar, los 400 metros son una prueba con deficiencia de oxígeno. Esto significa que el nivel de absorción de oxígeno está por debajo del necesario para satisfacer las necesidades de ATP (trifosfato de adenosina), un componente de las células que juega un importante papel en el almacenamiento y la liberación de energía. La carrera lleva al límite la forma en que el cuerpo crea energía.
Primeros 50 metros
“Es una carrera que empieza con presión inmediata. Luego las cosas se complican”, dice la plataforma de educación para atletas Outperforme. En esta fase, el cuerpo utiliza la energía inmediata almacenada como ATP y fósforo creativo. Esta energía es rápida e intensa, pero es muy efímera. Por lo general, se gasta en los primeros 6 a 10 segundos. Permite movimientos muy cortos y explosivos.
50-200 metros
Es la fase en la que los corredores tienen que mantener una velocidad alta, pero no máxima. Empieza lo que en ciencia se conoce como la glucólisis anaeróbica. Se quema glucosa sin oxígeno, lo que lleva a la acumulación de ácido láctico y a la fatiga muscular.
“Si se trata de un sprint más corto, como el de 100 o 200 metros, esto no es un problema. La carrera termina mucho antes de que el ácido láctico haga efecto. Aquí es donde la estrategia en los 400 metros es primordial. Si vas demasiado rápido, demasiado pronto, vas a acumular ácido láctico mucho más allá de lo que el cuerpo puede manejar”, explican los expertos de Outperforme en un vídeo. Pero, los corredores tampoco pueden bajar tanto el ritmo.
200-300 metros
Aquí es donde se produce un cambio. El cuerpo empieza a tirar de la energía aeróbica, que usa oxígeno para descomponer la glucosa y ayuda a desarrollar una resistencia prolongada. Pero, una vez más, hay un problema.
“La energía aeróbica no se crea tan rápido, lo que significa que hay una crisis energética inminente. La demanda de energía pronto superará la oferta, lo que preparará el terreno para llegar a los límites fisiológicos en la fase final de la carrera”, dice la plataforma.
300-400 metros
En este punto, el cuerpo está al borde de agotar sus reservas de energía anaeróbica. El cuerpo intentará producir más, pero como es un proceso más lento y los músculos están llenos ahora de ácido láctico, el dolor es agonizante.
“Aquí es donde comienza a desarrollarse la verdadera batalla mental. No es una de tácticas, sino de agallas. La recta final no es solo una carrera contra competidores. Es un duelo entre el esfuerzo de un atleta por triunfar y el deseo abrumador de aliviar el dolor”, explica la web.
Es probable que este patrón de gasto energético sea el responsable de que, según las estadísticas recopiladas desde los Juegos Olímpicos de 1968 de Ciudad de México, no se haya corrido ninguna carrera en la que la segunda mitad haya sido más rápida que la primera.
Información tomada de: Lanación.com/deportes.com