Mauricio Ortega es uno de los atletas colombianos más destacados de los últimos años. Tiene el récord nacional y suramericano de lanzamiento de disco (67,03 metros), es segundo en el escalafón de World Athletics en la temporada y cerró el año pasado con el título en los Juegos Nacionales y la clasificación a los Juegos Olímpicos.
Pero lo que más desea en este momento Mauricio, quien ya fue finalista mundial y estuvo en los Juegos Olímpicos de Rio 2016, es un abrazo. Un abrazo de su mamá, Miriam; de su novia, Marian, y de su hermano, Santiago.
«Si se abren los vuelos lo primero que haré es ir a mi país, darles un abrazo y un beso», dijo Mauricio, en una conversación por redes sociales con la cuenta de Performancealtius.
Igualmente agregó que si en Colombia se hacen competencias a finales de año, espera estar en ellas, pero recalca la falta que le hacen sus familiares, quienes están en Medellín.
Ortega vive en Vigo (España), una ciudad costera muy cercana a Portugal, con su amigo, hermano de la vida y compañero de entrenamientos, el ecuartoriano Juan Caicedo. Los dos entrenan bajo las órdenes del cubano-español Frank Casañas, tercero en un mundial juvenil, quinto en los Olímpicos de Beijing 2008 y medallista de plata en los Juegos Panamericanos de 2003, también en lanzamiento de disco.
Ortega y Caicedo se acompañan en el apartamento en el que viven, en este momento de cuarentena, en medio de la difícil situación que atraviesa España y con la incertidumbre de no saber cuándo podrán volver a competir.
En la conversación, Ortega también contó que antes de empezar en el atletismo soñó con ser jugador de fútbol americano, por su contextura física, pero por fortuna se quedó en el deporte rey, en el que ha logrado grandes resultados y es un referente en el mundo.
De hecho, considera que se ganó un nombre en el atletismo mundial, gracias a una decisión que tomó en el 2016, cuando tuvo la oportunidad de ir a estudiar y entrenar a la Universidad de Luisiana, pero la descartó por perseguir el sueño olímpico.
«Estaba muy cerca de lograr la marca para los Olímpicos de Rio y me ofrecieron ir a competir a República Checa. Allí logré clasificarme y me gané un nombre como lanzador», recuerda Mauricio, quien ya después no pudo tomar la opción en los Estados Unidos, porque ya era considerado deportista profesional, cosa que no es permitido en el deporte universitario.
En medio de esos recuerdos pasa sus días en España, a la espera de que la situación mundial mejore, para seguir competencia, para buscar otros de sus sueños: una final, y por qué no, una medalla olímpica. Pero sobre todo, para volver a abrazar a su mamá.