Julio César Sandoval, director Runningcolombia.com Especial para la Revista Olímpica del COC

Ser un niño sumiso en la Institución Educativa Cadena Las Playas, en Apartadó (Antioquia), cuando apenas empezaba a cursar los primeros años del bachillerato, ayudaron a forjar a uno de los mejores lanzadores de disco del mundo.
En aquella época, Mauricio era un niño al que como él mismo dice “le gustaba la pelea”, pero siempre salía perdedor. Fue entonces cuando buscó en el deporte la oportunidad de hacerse más fuerte. Lo intentó con el levantamiento de pesas, pero no lo aceptaron.
Al ver ese entusiasmo y ganas de hacer deporte, Yofre López, esposo de una prima suya, lo convenció de que se iniciara en el atletismo, específicamente en pruebas de lanzamientos, aunque le advirtió que al principio no le iba a gustar, pero “poco a poco se va a ir enamorando de este deporte”.
Fue entonces cuando empezó a trabajar con el profesor Ferney Romaña, en Urabá, quien desde que lo vio dijo que tenía el biotipo perfecto, a pesar de que era lento. Con muy poco trabajo lo llevó a su primera competencia, en la que obtuvo una medalla de plata en lanzamiento de disco y una de bronce en impulsión de bala.

Y desde entonces fue un aventajado a tal punto que empezó a dominar en categorías menores siendo apenas un niño. De hecho, desde que empezó a competir impuso las marcas nacionales de todas las categorías, desde sub-18 hasta la de mayores.
“Usted va a llevar el lanzamiento de disco a otro nivel”, le advirtió en 2008 el profesor Romaña, advertencia que lo convenció aún más, cuando empezó a medirse en el colegio a los que antes “se metían conmigo”.
“Una vez me enfrenté a uno de la jornada de la tarde, en la que estaban los más grandes. Él tenía como 17 años y yo apenas como 13, pero lo clavé. Otro día, un compañero de clase me pegó con un pupitre y lo levanté como una pesa y lo tiré al piso. Me volví fuerte y ya no se metían conmigo”, sentencia Mauricio, ya solo como un recuerdo, pues hoy no solo es uno de los mejores del mundo en el lanzamiento de disco, sino un hombre diferente, maduro y temeroso de Dios.
En medio de esos recuerdos de la infancia también agradece que haya salido de su natal Apartadó, para Medellín, no solo a entrenar bajo las órdenes de Armin Luna, y después con Giovanny García, sino para apartarlo del bajo mundo en el que parecía sumirse. “Me mandaron para Medellín, porque andaba en combos, y si no hubiese sido así, no estaría contando esta historia”, reconoce Mauricio, desde Vigo, España, donde está concentrado desde marzo pasado, gracias al apoyo del Comité Olímpico Colombiano y el Ministerio del Deporte.
Y estando en esa concentración, entrenando bajo las órdenes del cubano Frank Casañas, logró la marca que lo tiene hoy en día en boca de los expertos y los propios rivales. Fue en un meeting de Lovelhe, en Portugal, cuando lanzó el implemento a 70,29 metros, registro con el que rompió su récord nacional y suramericano, se convirtió en el primer atleta de esta parte del mundo en superar la barrera de los 70 metros y se ubicó primero en el escalafón mundial de la temporada 2020 (posteriormente, el campeón mundial, el sueco Daniel Stähl, impuso una marca de 71,37, para dejar a Ortega segundo en el ránking del 2020).

“Esa marca de 70,29 metros es una marca impresionante, tanto que me ha costado repetirla”, reconoce el propio Ortega, quien agrega que “estoy entrenando fuerte, para hacer que los resultados lleguen”.
Y es que Mauricio, sin duda el mejor atleta del 2020, ya no está pendiente de lo que hagan sus rivales, como ocurría antes, sino de su trabajo, en busca de los resultados que hagan llevar el lanzamiento de disco a otro nivel, como le advirtió el profesor Romaña en sus inicios.
En su carrera deportiva ha tenido muchas victorias en los eventos del ciclo olímpico, pero también derrotas que lo han marcado, como cuando fue cuarto en el Mundial de Menores de Lille (Francia), en el 2011, en su primera participación internacional, o el hecho de quedar por fuera de la final de los Juegos Olímpicos de Rio 2016, cuando venía de ser finalista mundial un año antes, en China.
“Todo eso me ha enseñado que no se puede dejar nada para lo último y no estoy pendiente de los rivales, sino de mi trabajo. He aprendido a separar las competencias de la vida cotidiana. Me enfoco en mi vida y en mi competencia, porque al que tengo que rendirle cuentas es a Dios”, recalca Mauricio, una de las esperanzas colombianas para los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.

El primer paso en busca de cerrar este ciclo olímpico de manera exitosa, lo dio en los Juegos Centroamericanos y del Caribe, en Barranquilla 2018, cuando obtuvo la medalla de oro, con una marca de 66,30 metros, resultados que lo convenció de su potencial y que considera el más importante de su carrera.
Pero por ahora solo piensa en la temporada 2021, en los Juegos Olímpicos y en la posibilidad de estar en la final, frente a los que antes veía con temor, como a aquellos niños grandes de la Institución Educativa Cadena Las Playas, pero que hoy solo respeta como rivales.
Ya no es el niño pequeño al que se la ‘montaban’. Ahora es un hombre de 26 años, con 1,85 metros de estatura, un peso de 115 kilos y una envergadura de 2,02 metros, que coge el disco de 22 centímetros de diámetro y 2 kilos de peso, como una pelota de tenis.
Y con esa convicción espera la temporada del año entrante, que podría venir con otros retos, ya que se reactivará la competencia del lanzamiento de disco en la Liga Diamante, y como uno de los mejores del mundo es esta especialidad, seguramente tendrá un lugar reservado allí.
Pero él va paso a paso y se concentra en la preparación general, que por ahora adelanta en España y que seguramente le hará pasar las fiestas navideñas fuera de casa, lejos de su mamá, Miryam Girón, pero con la convicción de que puede tener un lugar reservado en la historia olímpica colombiana.