Los Juegos Olímpicos de Río 2016 fueron su primera oportunidad, aquello por lo que tanto se preparó Sandra Liliana Galvis, una de las tres marchistas colombianas que clasificaron en los 20 kilómetros para representar a más de 50 millones de colombianos.

Viajó con la ilusión de colgarse una medalla, pero una lesión en el isquiotibial puso en juego su participación en los Olímpicos. Sólo pudo caminar cuatro de los 20 kilómetros y por culpa de un fuerte dolor decidió no terminar la prueba. Ese fue uno de los momentos más difíciles en la vida de Sandra, sin embargo, lo más especial del deporte es que da revanchas.

“Me lesioné días antes de la competencia, los médicos me dijeron que no podía salir a competir, pero pensé, estando allá al menos me paro en la línea de salida, porque me preparé mucho para esto y no poder estar al menos en el calentamiento era más difícil, por eso lo intenté y soporté cuatro kilómetros con el dolor. Al menos tuve la experiencia de estar con las mejores del mundo. Yo no perdía la esperanza de hacer la prueba, así sea con dolor, pero fue aumentando mucho y el riesgo era mayor”, explicó Galvis.

Nacida en Chía (Cundinamarca) el 8 de junio de 1986, Sandra llegó al atletismo a los cinco años de edad, cuando el profesor Rolando Ortiz fue su entrenador y el culpable de que se enamorara de esta modalidad: la marcha atlética, porque se le facilitaba la técnica y aunque duró dos años corriendo, Ortiz vio que tenía la capacidad para la marcha y no dudó en prepararla para las futuras competencias.

Su última participación en un certamen del ciclo olímpico fue en los Panamericanos de Lima 2019.

La hija de Domingo Galvis y María Lilia Gómez, desde muy temprana edad mostró amor por el deporte, responsabilidad en los entrenamientos y esfuerzo por ser mejor cada día. Aunque inicialmente, alrededor de 20 primos suyos fueron a los entrenamientos de atletismo, Sandra fue la única que continuó por ese camino, gracias a la inspiración de sus padres, que estuvieron en cada proceso de preparación, en las victorias, pero mucho más en las derrotas.

Sandra tenía largas jornadas de estudio. Sin embargo, mientras estuvo en el colegio logró dividir el tiempo de la mejor manera y en cuanto salía de clases, almorzaba y dedicaba la tarde al entrenamiento. No obstante, el panorama se puso aún más difícil cuando entró a la Universidad. Entrenaba, estudiaba y hacía prácticas universitarias, en ocasiones debía ver pocas materias, para poder entrenar, pero nunca abandonó ninguna de las dos cosas que la hacían feliz. Ahora es profesional en pedagogía infantil y se prepara para competir en sus segundos Juegos Olímpicos.

En Cali tuvo su primera competencia nacional, en la categoría infantil, y la ganó. Una motivaron para seguir con esta modalidad y sin descanso siguió entrenando para las próximas competencias nacionales e internacionales. En su segundo año como juvenil conoció a Diego Díaz, su actual entrenador y quien desde el primer día le dijo que ella estaba hecha para campeonatos mundiales y Olímpicos, pero que debían llevar un proceso y una preparación para llegar a tan altas competencias.

Los días de arduo trabajo empezaban en el estadio de Chía, que veía a Sandra entrenar a doble jornada, en busca de torneos y competencias de más alto nivel que la llevaran a afianzarse en el atletismo, pero más aún que pudiera tener una mejor resistencia día tras día.

En los pasados Juegos nacionales de Cartagena 2019 obtuvo la medalla de plata.

El Campeonato Panamericano de Marcha de Lima 2010 fue su primera experiencia internacional y posteriormente, en su primera cita mundial, finalizó en el puesto 27, en un año en el que ganó la medalla de oro de los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Mayagüez. Sandra logró la marca mínima para estar en los Juegos Olímpicos de Londres, pero obtuvo el cuarto mejor tiempo del país y la organización sólo recibe a tres atletas por aquella cita.

Tras esa frustración comenzó un nuevo ciclo olímpico. Con la medalla de plata en los Juegos Suramericanos de Santiago 2014 empezó a alimentar el sueño de llegar a Rio 2016.

Con más experiencia y más madura deportivamente, Sandra se convirtió, junto a Lorena Arenas, en las referentes de la marcha atlética en Colombia, con participaciones en todos los certámenes del ciclo olímpico y campeonatos mundiales, en los que ya obtuvo una medalla de bronce por equipos, en Roma 2016.

Resiliencia, una mujer que no se rindió

Los Juegos Olímpicos de Río fueron el despertar de una atleta colombiana que quiso ‘comerse el mundo’, pero que por circunstancias ajenas no logró su objetivo, su cuerpo no aguantaba el dolor y su lesión se hacía más aguda. Superar ese momento ha sido un trabajo de cuatro años, en los que ha tenido nuevas competencias, nuevas oportunidades y nuevos intentos. Pero también fue un proceso en el que se hizo más rápida, más resistente, más paciente y, sobre todo, más profesional.

Sandra Galvis tiene una marca personal de 1:30:00, solo superada por el récord nacional de Lorena Arenas (1:28:03).

“En la hora cero pasa algo que uno no se espera, sentí impotencia, llegué a Colombia y tenía mucha tristeza, pero tuve personas que me apoyaron mucho, mi familia me apoyó de manera incondicional como lo hace siempre. Después de Río me levanté con más ganas, empecé a mejorar mis tiempos personales, clasifiqué a eventos mundiales y del ciclo olímpico y eso me sirvió para poderme clasificar de manera temprana”, reconoce Sandra.

El 23 de marzo del 2019, Sandra Galvis compitió en el Meeting de Dudince (Eslovaquia), donde obtuvo la marca mínima de clasificación para los Juegos Olímpicos de Tokio. En los últimos cinco kilómetros, la colombiana sentía que la competencia se le iba de las manos, pero todo el tiempo su reloj fue su cómplice, no veía la hora de poder llegar a la última vuelta al circuito y dar todo lo que tenía, era la oportunidad de volver.

“Iba mirando el reloj, recuerdo mucho que vi el cronómetro grande en la llegada y saber que ya iba a hacer la marca, me llené de alegría, no puedo explicar lo que sentí, pero poder decir que trabajé nuevamente muy duro para esto y lo logré”, dijo Sandra.

Además, teniendo en cuenta lo que vivió en Rio 2016, Sandra ha decidido ir más lento en su proceso de preparación para Tokio, para evitar una nueva lesión o cualquier contratiempo.

Ahora su gran sueño es entrar en el grupo de las finalistas de los Juegos Olímpicos Tokio 2020.

Por María Alejandra Rodríguez
Especial para la Revista Olímpica