Son muchos los factores que influyen en el estado inmunitario del corredor y, por lo tanto, en el riesgo de ser infectados por un virus. Por un lado están el estado de salud del sujeto y su nivel de acondicionamiento físico. Por el otro, la intensidad, la duración y la frecuencia del ejercicio.
Los atletas élite y también algunos aficionados son, en comparación con el resto de la población, superdotados desde un punto de vista físico. Sin embargo, cuentan con un punto débil: su mayor predisposición a sufrir infecciones víricas. Se trata de un problema que, aunque no es de gravedad, suele inhabilitar al deportista para la competición.
Muchas veces los deportistas que se toman el deporte muy en serio, ya sea por razones competitivas, profesionales, o simplemente por pasión, no quieren dejar de entrenar, practicar o aprender su deporte favorito aunque se hayan resfriado o constipado.
Aunque en estos casos evidentemente lo más recomendable es que consultes a tu médico, existe una regla general que puede orientarte sobre la gravedad de tu resfriado, y si podrás seguir entrenando sin empeorar tu salud, o no te que queda más opción que guardar reposo hasta reponerte.
Si el resfriado te afecta «del cuello para arriba», o sea, dolor de garganta, mocos, tos, dolor de cabeza, etc., lo más probable es que puedas seguir con tu actividad deportiva.
Si, contrariamente, tu resfriado te afecta también «del cuello para abajo», es decir, dificultades respiratorias, bronquios afectados, sensación de malestar o debilidad corporal generalizada, etc., lo más probable es que lo recomendable sea el reposo si no quieres agravar tu enfermedad. Pese a las ganas que tengas de entrenar, en estos casos, incluso como deportista, hay otras cosas para hacer como descansar que aunque no lo creas, también hace parte de tu preparación.
El resfriado
Es una enfermedad respiratoria causada por una gran cantidad de virus pertenecientes a distintas familias, lo que hace muy difícil su abordaje. Es decir, es casi imposible librarse de él, por el contrario, podemos contar con que sufriremos al menos uno al año. Es la infección vírica respiratoria más extendida, muy pocas personas escapan a esta enfermedad y la mayoría padece varias infecciones al año. Así, se estima que los adultos sufren de dos a cinco resfriados al año y los niños un promedio de cuatro a diez.
Entre los síntomas más frecuentes del resfriado destacan: dificultad para respirar por medio de la nariz; tos; garganta seca e irritada; estornudos; ojos lagrimeantes; disminución o pérdida de la capacidad olfativa y del gusto; goteo nasal; y voz ronca.
En cuanto al origen de esta enfermedad, el 95,5% de las personas atribuye el cogerse un resfriado a motivos meteorológicos como cambios de temperatura bruscos, la lluvia, el frío o no abrigarse bien, y sólo un 46% dice que es por el contagio de otra persona. Asimismo, en lo que respecta a la forma más habitual de prevenirlo, destacan las de abrigarse más (33,3%), evitar cambios bruscos de temperatura (9,3%), evitar coger frío (7,3%) y tomar vitaminas (6,7%). Entre los que se abrigan más para prevenir el resfriado, destacan los hombres jóvenes de 18 a 34 años.
Lo más común cuando se nota que uno se está resfriando son remedios caseros como tomar limón o leche con miel y la administración de productos para aliviar los síntomas. Sin embargo, cuando uno ya está resfriado recurre en primer lugar a tomar medicamentos que eviten los síntomas pasando a un segundo lugar los métodos caseros como la leche caliente o la miel con limón. Lo más recomendable es consultar al médico y no automedicarse
En cuanto a los cambios de carácter, más del 85% de las personas señalan que éste les cambia cuando tienen un resfriado, y señala que las alteraciones frecuentes son sentirse más tristes, más serios, más irritables y más mimosos.
El resfriado común es una enfermedad que afecta sobre todo a la nariz y la garganta, aunque puede extenderse a veces hasta la laringe y la tráquea. Su período de incubación es de 48 a 72 horas. Dura varios días y puede ser causada por más de 200 virus diferentes, por lo que no existe una vacuna capaz de proteger frente a todos ellos.
La infección se produce en el tracto respiratorio superior, no en el inferior, ya que los virus son muy sensibles a la temperatura y se multiplican con mayor facilidad a 32º centígrados o menos, graduación propia del tracto superior mientras que en el inferior la temperatura alcanza los 37º C.
El contagio del virus del resfriado se produce a través de gotitas de saliva que se expulsan mientras se habla, se tose o se estornuda, afectando en primer lugar a las células de las vías aéreas. Así, las mayores tasas de infecciones corresponden a niños que infectan a los adultos y a los ancianos de su familia. Los espacios cerrados o con aglomeraciones y los lugares donde conviven durante horas diversos individuos (colegios, centros geriátricos, hospitales) son más proclives a la diseminación de la infección.
¿En qué se diferencia de la gripa?
Aunque en ocasiones no sabemos distinguir una gripa de un resfriado, lo cierto es que entre ambas infecciones existen importantes diferencias, la principal la que hace referencia a los tipos de virus que causan una u otra enfermedad, que son completamente diferentes. Además, en el caso de la gripe estos virus son altamente contagiosos, mucho más que en el resfriado.
Por otro lado, mientras que en el resfriado el período de incubación es de 48 a 72 horas, en el caso de la gripa es mucho menor, dura de 18 a 36 horas, si bien, en esta última la duración del cuadro clínico es mayor, una semana o más, frente a los tres o cuatro días que suele durar un resfriado.
A ello debemos añadir también que los síntomas son mucho más fuertes en la gripa que en el resfriado. Por ejemplo, en la primera es normal padecer fiebre muy alta, entre 38º y 40º centígrados, mientras que en el catarro, no suele ser habitual, al igual que el dolor de cabeza que, sin embargo, en el caso de la gripe es un síntoma prominente.
Cómo aliviar los síntomas
Existen una serie de recomendaciones para, una vez resfriado, aliviar en lo posible los síntomas: hay que abstenerse de utilizar antibióticos, ya que pueden generar resistencias que impedirían que los antibióticos actúen si son necesarios en otra infección posterior.
Ingestión de abundantes líquidos, porque mantienen la hidratación y estimulan las secreciones de las mucosas, que son la primera línea de defensa contra la infección, ya que producen una defensa física, facilitando la eliminación de virus y bacterias a través de las secreciones. Se recomiendan especialmente bebidas calientes y con sabor (caldos, infusiones, sopas).
Evitar el estrés, puesto que se ha demostrado que éste es un factor importante de descenso en la actividad del sistema inmune. Al disminuir esta actividad, somos más propensos a enfermar.
Practicar inhalaciones aromáticas (mentol y eucalipto), que alivian los síntomas, aumenta la secreción de la mucosa y facilita el paso del aire a través de los senos nasales. Además, se consigue también una acción expectorante.
En definitiva, lo mejor es mantener un buen estado general de salud, lo que se consigue con una dieta equilibrada, ingiriendo mayor cantidad de frutas y verduras y practicando deporte con regularidad, lo que provoca un aumento de la resistencia al contagio, y en el caso de que éste se produzca, disminuye el riesgo de complicaciones asociadas al proceso catarral.
Por otro lado, para evitar contagiar a otras personas, el enfermo puede adoptar ciertas precauciones, como son cubrirse la nariz y la boca con un pañuelo cuando tosa o estornude, lavarse las manos después de toser o estornudar, y si es posible, permanecer lejos de personas con asma o patología pulmonar crónica. Si notas que los síntomas lejos de mejorar, empeoran, consulta con tu médico.
Información tomada de Internet.