El reto Everesting se ha venido popularizando en el mundo del trail running con el tiempo. Este reto, que consiste en ascender la altura del Monte Everest, 8.848 metros, haciendo múltiples ascensos por una misma cuesta, sin distancia ni tiempo límite, es una gran prueba de resistencia física y mental que pone a prueba a quien intente cumplir con este objetivo.
Después de leer un poco sobre cómo es este reto, cuáles son las reglas y de definir la organización, la alimentación, la logística y el día en que quería llevar este reto a cabo, empecé a mentalizarme que lo iba a intentar. Sabía que había colombianos que lo habían hecho y veía el esfuerzo y determinación que se necesitaba para lograr este reto. Fue así que me sentí listo para ponerme a prueba en el Everesting, después de años en que había soñado que algún día lo iba a hacer.
Estando en la base de las grandes montañas de los Alpes franceses decidí que iba a ser aquí donde iba a llevar a cabo mi intento. Una vez decidido, faltaba ver cuando iba a haber una ventana de buen clima que permitiera las mejores condiciones, puesto que, de por sí solo, el ascenso ya requiere de bastante esfuerzo como para sumarle mal clima y malas condiciones en el terreno. Siendo así, definí que iba a empezar el domingo a las 00:00 y esperaba que para las 6 de la tarde hubiera culminado la altimetría propuesta.
Busqué una ruta que tuviera más de 1.000 metros de desnivel positivo, para que no fueran más de 9 vueltas. Encontré una ruta que era de 5.12 km, con un desnivel de 1.160 metros positivos, lo que significa que tenía 21% de desnivel. Sería necesario hacer 8 veces el ascenso para completar el Everesting.

Compré todos los alimentos y verifiqué que sumando todo, cumpliera con los 60-70 gramos de carbohidratos por hora para mantenerme bien durante las horas que se venían por delante. Hice entrenamientos suaves para permanecer activo y también descansar para que mi cuerpo estuviera al 100% para el domingo.
Llegó la fecha y la emoción y los nervios me invadían. Siempre antes de empezar está la duda de cómo va a ser atravesar con tus pies ese recorrido que has visualizado en tu mente por tanto tiempo. A las 00:00 del domingo arranqué a correr y durante la primera subida tuve muy buenas sensaciones.
Me sentí rápido, energético y el recorrido no se sintió tan largo. Pero las buenas sensaciones no iban a durar para siempre. En el segundo recorrido, que empecé alrededor de las 2 am, empecé a sentir un dolor en el codo, supongo que como consecuencia del uso de los bastones. Sentía algo de sueño y la cabeza oscilaba entre la motivación que tenía por terminar y la duda de si el cuerpo iba a aguantar otros 7 ascensos más. La tercera subida no fue muy distinta, aunque pude lograrlo dentro de las 2:15 que tenía presupuestadas para cada recorrido.
La cuarta subida fue sin lugar a duda la más dura. Ya empezaba a amanecer y sentía las piernas cansadas. Después de 6 horas y media me empezó a dar sueño y sentía que estaba comiendo un poco menos de lo que tenía planeado. La montaña parecía que se iba creciendo. Me demoraba más en los tramos que ya conocía y mi cabeza pensaba muchas cosas; pero el saber que ya iba por la mitad me impulsaba a continuar. Me decía: “ya hiciste la mitad”, esto es lo más cerca que has estado de lograrlo, no pienso entregarlo”.
Cuando terminé la 4 subida ya eran casi las 9 am y mi pareja llegó para asistirme. Me trajo comida, y un aislante donde pude sentarme un rato. Descansé un rato largo y fue como si me volviera el alma al cuerpo. La quinta subida me sentí como nuevo. La hice a muy buen ritmo y seguía pudiendo bajar trotando, cosa que me motivaba a sentir que si la subida la hacía en 1:14:00, o 1:30:00, la bajada la hacía entre 40 y 50 minutos.
Terminada la quinta subida dejé de preocuparme por el tiempo y ahora, solo me importaba avanzar. Poner un pie delante del otro. Siempre. Esa era mi única misión. Sabía que si seguía esta consigna, iba a ir reduciendo la distancia y los metros de altura que me hacían falta para culminar este reto. Mi cabeza pensaba en muchas cosas, pero buscaba conscientemente priorizar todo lo positivo. Los puntos de referencia que iba alcanzando, saber que una vez terminara con esta 6 subida solo me quedaban 2 y eso ya parecía poco. Estaba cada vez más cerca de cumplir un sueño.
La séptima y la octava subida fueron similares. Dolores en todo el cuerpo. Cansado, pero con hambre de completar lo que me había propuesto. Saber que los dolores muran con el tiempo, y me ayudaba a no concentrarme en las sensaciones del momento, si no de ir comparando con lo que había sentido y con lo que iba a sentir en el futuro. Ningún dolor permaneció durante todo el tiempo. En la séptima subida un señor que me había visto subir y bajar varias veces me preguntó que cuántas veces había subido. Le dije que era mi séptima y que me faltaba una para cumplir un reto que se llamaba el Everesting. El señor se sorprendió, me dio ánimo y me dijo que tenía que estar en muy buena condición física para lograr esto. Esto me motivó, me dio ánimos y me recordó que sentirme fuerte física y mentalmente fue la razón que me llevó a intentar esta locura. “Sé que estoy listo”. “Se que lo voy a lograr”.

La última subida fue larga. La montaña se sentía enorme. Ya no me demoraba 12-13 minutos por kilómetro como al principio, sino que cada kilómetro tomaba entre 16 y 17 minutos. Sin embargo, siguiendo mi meta de poner un pie delante del otro, llegué a la cima, sabiendo que solo me faltaba bajar con cuidado para completar el reto.
Había alcanzado los 8.848 metros de desnivel positivo, e incluso sabía que había hecho algunos metros más pero no sabía exactamente cuántos. Bajando sentí la satisfacción de que ya había pasado la parte más dura. Empecé a sentir como mis músculos se acostumbran al descenso y empecé a coger un buen ritmo que me permitió llegar abajo antes de que oscureciera.
Logré el everesting en 20 horas y 46 minutos, logrando un ascenso de 9.280m, terminando casi a las 9 de la noche, 1 hora antes de que oscureciera completamente en el verano de los Alpes franceses. La aplicación de Strava, que es la herramienta que se registra para marcar el recorrido, marcó un ritmo de 9:45/km.
Con esto, me convertí en el colombiano #16 en lograr este reto (esto con los datos que se ven en “the hall of fame” de la página del Everesting) y en el colombiano en conseguirlo con el mejor ritmo hasta el momento.
¡Había cumplido un sueño! No hay nada como haber visto algo como una idea, empezar a caminarla y por fin verla culminada. Esta sensación es única y es la que me vuelve a inspirar para seguir inventándome o buscando retos que me pongan a prueba. Haber completado este reto, solo marca el punto inicial para los siguientes. Ya veremos cuál será la siguiente hazaña. ¡Que nunca paren los sueños en la montaña!
Felipe Isaza – @felipeisaza_v