Por Juan Sebastián Monje Mayorca

Nunca pensé que correr un maratón fuera tan gratificante, todos me decían que no podría llegar a la meta. Cuando hablo de todos incluyo a mi familia, a mis amigos, a mis estudiantes y hasta mi propio entrenador. Me decían ‘usted que va a poder’, si hasta muchas personas que son mas atléticas se retiran a medio camino… pues antes de comenzar a contarles… todo comenzó con negativas de todos los lados del hemisferio.

Todo empezó hace seis años, cuando pesaba 165 kilos, los cuales me llevaron a tomar una decisión: seguir viviendo o morirme de todas las enfermedades que por el peso estaba incubando y que a través de los años mi salud fuera empeorando cada día más.

Pero llegó la señal que cambió mi vida, tras una baja de tensión. En ese momento, mi padre, preocupado, me decía: ‘¿estas bien, te pasa algo?’ Y yo, para no preocuparlo, le decía que estaba bien, pero eso era una alerta que Dios me había enviado. Si seguía comiendo, fumando y tomando, no llegaría ni a los 40 años.

Después de ese día tome la decisión de bajar de peso y de cambiar mis hábitos, desde dejar de fumar hasta dejar de tomar alcohol. Todo era cuestión de la fuerza de voluntad que le pusiera (me lo recordaban siempre los médicos y hasta las personas que querían verme bien). En todo este proceso no estuve solo. Del cielo me cuidaban y me enviaban mensajes, y hasta la fecha lo siguen haciendo, mensajes que al principio no interpretaba pero al pasar los días fui entendiendo.

Juan Sebastián pesaba 165 kilos y debutó en el Maratón Medellín, con 65 menos.

Me sometí a unos hábitos extremos para cambiar las porciones de las comidas, porque yo de porciones pequeñas no entendía. Visitar un nutricionista, para mí era lo peor, pero tenía que hacerlo, porque en mi mente empezó a rondar la idea de correr un maratón.

Los primeros meses del proceso me sentía muy ansioso, todo me daba vueltas. Pensaba que no iba a poder, que era mejor seguir gordo, que si me querían, me aceptaran como estaba.

A los cinco meses del proceso ya la sensación de la ansiedad había pasado, pero me encontraba en la incertidumbre porque no bajaba de peso y que algo estaba haciendo mal. Fue entonces cuando tomé decisión de caminar y de combinar alimentación con actividad física.

El mes ocho se volvió un problema, porque el cigarrillo había dejado mis pulmones muy afectados y volví a recaer, pero cuando una tía falleció de cáncer, en su lecho de muerte prometí de rodillas a Dios, que cuidaría mi salud.

Los triatletas Ricardo Cardeño y Carmenza Morales le dieron el último golpe anímico antes del maratón.

Al terminar el primer año, mi salud había mejorado un poco, pero el caminar me llevó a comprender que estaba hecho para grandes objetivos y me propuse a entrenar y a fortalecer mis músculos, poco a poco, en el gimnasio. El comenzar el segundo año me llevó a comprender que si hubiera comenzado antes no sería tan difícil, pero no fue así. Tenía que tocar fondo para reaccionar y entender que estaba llevando mi salud a un abismo.

En todo ese proceso varias veces estuve a punto de ‘tirar la toalla’, pero encontré el apoyo de una amiga que me animó a seguir adelante, durante cinco meses más, hasta cuando la trasladaron de ciudad, por cuestiones laborales, otro escaño más para superar.

Reconozco que al principio era flojo. Corría y me cansaba, pero bueno, todo también a causa de las secuelas que deja el cigarrillo y unos malos hábitos alimenticios.

Allí encontré la motivación perfecta para seguir con mi proceso y de paso el primer peldaño para pensar en correr una maratón. Como miembro de esta comunidad me apoyaban, tanto los corredores élite que hacían las veces de entrenadores, como los aficionados, como yo, que también tenían su propia historia por contar.

La medalla es la mejor recompensa para este runner.

Fue en ese momento cuando alguien me dijo que entrara a un grupo de corredores de nivel mundial. «Cómo se llama el grupo», le pregunté. «Nike Run Club (Club de Corredores de Nike)», me respondió.

Así comenzó todo. Volví a Medellín, cada vez con mas frecuencia, a entrenar con el equipo y me sentía motivado. Fue así como el año pasado me plantié cuatro metas para el 2019: correr 32,5 km en San Andrés el 28 de abril; la media maratón de Bogotá el 28 de julio; el Maratón Medellín, el 8 de septiembre, y el Ironman 70.3 Cartagena, el 1 de diciembre.

Ya he cumplido tres de ellos y solo tengo la tarea pendiente del Iroman 70.3 de Cartagena.

Cruzar la meta del Maratón Medellín fue un logro, no solo mio, sino de mi familia, mis amigos, del Club de Corredores de Nike y de Dios. Y hasta mi perro mi Moisés, un golden retriever de 7 años, que me espera todos los días para que lo saque a pasear, y a él no le puedo decir que estoy cansado.

Es más, Moisés recarga mis baterías, tanto como mi coach, José Fernando Loaiza Bran, periodista de profesión y triatleta de vocación.

Así como yo he podido lograr cada una de las metas propuestas, seguramente muchos más lo pueden lograr. Y si de correr un maratón se trata, les recomiendo la de Medellín. Es una ciudad muy bonita, muy tranquila, muy organizada, las personas son extremadamente gentiles.

El último golpe anímico, antes de correr el Maratón Medellín, me lo dieron los triatletas Maria Carmenza Morales y su esposo, Ricardo Cardeño. «Te va a ir bien», y con 65 kilos de peso menos fue mucho mejor correr.

Así fue mi debut en maratón. Y si yo pude, ustedes también.