La familia es el pilar fundamental en la formación de una persona. No importa lo numerosa que sea, sino el cariño que se transmita. Para José Gregorio Lemos su mamá, su hermana y sus sobrinos lo son todo: cuando habla de ellos sus ojos se iluminan y una sonrisa se le dibuja en el rostro después de cada frase, el orgullo por tenerlos cerca.
«Mi motivación es mi mamá, todo es para ella, se merece todos mis logros», dice sin titubear después de haber logrado récord mundial y medalla de oro en la prueba de lanzamiento de jabalina F38, en los Juegos Paralímpicos de Tokio. Mientras que, de su hermana, Sandra, quien también ha representado a Colombia en Juegos Olímpicos, Mundiales, Campeonatos Suramericanos, Bolivarianos y otros eventos de atletismo convencional, siempre la tiene en un altar, como el gran referente de la familia.
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José Gregorio Lemos tiene 30 años, y el atletismo, desde siempre, ha corrido por su sangre. Una historia que comenzó en Pradera, Valle, mientras acompañaba a su hermana a entrenar. La velocidad, los lanzamientos y los saltos lo deslumbraron, fue como un flechazo que hizo que todo su cuerpo apuntara directamente hacia esa dirección, que las primeras mariposas en el estómago nacieran por practicar el deporte, sin importar su modalidad.
Así que a los 10 años empezó a entrenar, principalmente, en los 75 y 150 metros planos, pero también su figura se formaba para hacer el salto de altura y lanzar la bala y jabalina. Multifacético en todo sentido. Siempre feliz porque hacía lo que amaba, porque estaba siguiendo los pasos de su hermana y porque el atletismo se convirtió en la terapia ideal para una trombisis que sufrió, a los 9 años. Eso siempre lo llevo a dar su 110 %, como si siempre fuera su primer día: con ganas, amor, determinación. Sabía que bajar los brazos no era una opción.
Fue esa pasión lo que lo hizo aprovechar su oportunidad en 2009, cuando tenía 17 años, en la Liga del Valle lo llamaron para completar el equipo de pruebas múltiples para que le ayudara al departamento a sumar puntos. Aunque no estaba preparado para la responsabilidad, el empeño con el que siempre practicó lo llevó a coronarse campeón nacional. Un clic que lo hizo mirar nuevos rumbos.
Empezó un nuevo camino para Lemos, uno que lo llevó hasta el límite, a probarse hasta el extremo y que siempre hizo con todo el amor y la pasión. En los Juegos Suramericanos de Medellín 2010, en ese entonces para la categoría sub-23, demostró sus fortalezas en los lanzamientos. Como su hermana, la potencia de sus brazos era envidiable, se le veía facilidad en jabalina, bala y disco tanto así, que fue uno de los mejores en esa categoría.
Pero ese año tomó una de las decisiones más osadas de su vida, que fue irse a estudiar a Puerto Rico. El recorrido que había tomado ya no iba a dar sus frutos en Colombia sino en el exterior. Fue una experiencia dura, porque al ser tan cercano a la familia, muchas veces se sintió solo. No había facilidades para comunicarse, entonces se enfocó en sus estudios y en su entrenamiento. Fue una experiencia que le sirvió para madurar, para crecer como persona, como profesional, de abrir sus horizontes.
Trabajó con Ubaldo Duany, quien lo potenció en diferentes aspectos y, de regreso a Colombia, los resultados, en decatlón, se empezaron a ver registrados en la pantalla electrónica: campeón en los Juegos Bolivarianos, de Santa Marta; plata en los Juegos Suramericanos, de Cochabamba, y en los Centroamericanos y del Caribe, de Barranquilla, en el que logró récord nacional 7.913 puntos). Todos estos resultados lo elevaron a Atleta Excelencia, programa liderado por el Ministerio del Deporte.
Pero fue en estos campeonatos donde le descubrieron que tenía unas limitaciones que no lo dejaban rendir en su mejor forma, razón por la que se hizo una evaluación y fue categorizado en la lista de F38 (personas con discapacidad cerebral con menor afectación). Con su familia como inspiración, las limitaciones que lo categorizaban pasaron a un segundo plano: con coraje, determinación y esa pasión que siempre ha tenido por el atletismo siguió su camino sin trastabillar, con la cabeza en alto y, ahora, enfocado en los lanzamientos, uno de sus fuertes desde siempre.
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No dejó que nada lo frenara, ni las noticias adversas, ni la pandemia. Como cuando era niño, continuó entrenando como si fuera su primer día, para emular a su hermana y los resultados se vieron reflejados en la mañana del viernes 27 de agosto en Tokio (en la noche del jueves en Colombia): logró un lanzamiento de 60,31 metros para imponer récord mundial en lanzamiento de jabalina y de paso colgarse la medalla de oro, la segunda en estas justas para el país con plusmarca, que lo elevan a una categoría especial en el para atletismo colombiano.