¿Qué es el Alto de Letras?

Es conocido como el puerto de montaña de ciclismo más largo del mundo, ha sido parte de etapas de la Vuelta a Colombia, y en varias ocasiones lo han suprimido debido a las duras condiciones para los ciclistas, especialmente los extranjeros.

Se atraviesan cinco pisos térmicos, se arranca en la ciudad de Mariquita y se va hacia la vía a Manizales, el punto más alto queda a 80 km, a una altura de 3.600 msnm, y no hay casas, solo una estación de policía y algunos pocos restaurantes. Subirlo es todo un reto y graduación para cualquier ciclista de ruta en el mundo, de hecho ya se ven muchos extranjeros en esta expedición desde hace unos cuatro años que ha tomado mucho auge esta subida.

La planeación:

No recuerdo en qué momento, Francesco Páez, mi amigo y compañero de entreno me planteó subir el Alto de Letras. El problema es que la propuesta no era en bicicleta sino CORRIENDO!, y lo más grave, tampoco me acuerdo cuando le dije que sí, pero ahí estaba yo subida en el carro, el 22 de diciembre de 2018, en víspera de Navidad y camino a Mariquita, con todo mi equipo de trail, y una cantidad de comidas bebidas y suero como si fuéramos para una guerra.

Llevábamos más de tres meses planeándolo, de hecho tuvimos que aplazarlo en agosto, porque no lográbamos hacerlo por el calendario de carreras mío y de Francesco, pues a mi me quedaba un ultra trail en México y a Francesco un Ironman completo en Italia. Francesco es triatleta de larga distancia, y yo Ultramaratonista. Él no había corrido a pie una distancia mayor a la maratón, pero en tiempo lo que planeábamos hacer (menos de 11 horas), él ya lo había logrado varias veces en pruebas de Ironman, y en mi caso más de 10 pruebas que pasaban por esa distancia e incluso por el mismo desnivel, pero acumulado.

Después del kilómetro 65 empezaron las dificultades para este par de ‘locos’.

El plan de entrenamiento incluyó muchos fondos en montaña, por rutas de ciclomontañismo y ruta. Subimos de Sueva hasta la Cuchilla (27 km solo subida); el tablazo, en Subachoque (30 km, 15 subida 15 bajado); el ascenso a Chingaza (21 km); corrimos de Sopó pasando por el alto Yerbabuena a la Autopista Norte, y subimos hasta tres veces Monserrate en un solo entreno, sumado a sesiones de velocidad en pista desde 100 metros hasta 4.000 m. Complementamos con bici indoor e incluso fuimos al velódromo como un entreno rutinario de Francesco para sus triatlones.

Una semana antes de la subida a Letras corrimos 50 km desde la salida de Bogotá (Mondoñedo) a Anapoima, la mayor parte en descenso, para trabajar las piernas en excéntrico, que es igual o más duro que trabajarlas en subida (concéntrico). El objetivo era darnos confianza en la larga distancia, probar le material, nuestra alimentación y la cabeza. Entre menos cabos sueltos dejáramos para el gran día, más seguros y confiados íbamos a estar, ojalá pudiéramos entrenar y competir en ambientes controlados pero no siempre es así, sin embargo la improvisación y tomar decisiones acertadas durante la prueba es la clave del éxito, la experiencia te permite, sobre todo en los momentos mas difíciles, tener la cabeza fría para continuar.

La semana previa al ascenso, le bajamos al entreno apoyándonos en la bici indoor, natación, masajes de descarga y yoga. En cuanto a la alimentación, yo soy vegetariana y aunque nos suplementamos con batidos proteicos la idea era comer carbohidrato cada 20 minutos e hidratarnos cada 10 minutos. Compramos suero, pretzels, dátiles, quesitos, tortillas, bocadillos, compotas, Coca Cola (¡sí Colca Cola, por el azúcar que pide el cuerpo!) y agua… mucha agua.

Adriano, nuestro conductor, escolta y Ángel de la guarda, iba en el carro para ayudarnos como punto de avituallamiento móvil. Llegamos a Mariquita el sábado 22 de diciembre hacia el medio día.. La instrucción era clara el día anterior: comer y dormir temprano.

El ascenso

La levantada fue a las 3:00 a.m. y la salida a las 3:58 a.m. El clima estaba perfecto, ni muy caliente ni muy frío, así que comenzamos a correr desde la bomba del pueblo. La carretera es estrecha y en algunos tramos el carro puede escoltarnos, pero a veces preferimos que se adelantara 3 km.

Arrancamos obviamente con la luz de las lámparas, e íbamos a estar dos horas así, sin embargo al loco de ‘Fran’ se le ocurre que apague la lámpara, le hago caso a regañadientes, pero la luna llena estaba impresionante y fue nuestra guía durante la madrugada. Después de 25 km, antes de Fresno finalmente amaneció.

Hicimos una pequeña pausa para cambio de camisetas, hidratación y comida y a seguir, o mejor, a comenzar ahora sí. La energía de la mañana, los gallos cantando, los pájaros emprendiendo sus primeros vuelos del día y ver las montañas cubiertas de neblina daban el aire de un nuevo día, que nos hizo olvidar que llevábamos corriendo desde las 4:00 a.m.

Después de Fresno, la pendiente aumenta y hay tantas fincas, restaurantes y locales al lado y lado de la carretera, que uno nunca se entera en qué momento es que se acaba el pueblo, la temperatura empieza a ponerse fría y en un abrir y cerrar de ojos llegamos a Padua. En el km 40 paramos de nuevo, cambio de ropa y comida.

Cuando en sus cabezas estaba la ilusión de llegar, les llegó la noticia de que aún les faltaban 3 km.

‘Fran’ recuerda que en un ascenso hace más de un año, había dejado una pulsera en la mano de una virgen antes de Padua, eso me venía contando con nostalgia porque la puso en memoria a una ciclista y fisioterapeuta que conoció y que murió en esa vía y de pronto lo vi subiéndose en la virgen con la ilusión de encontrar la pulsera. Lastimosamente no estaba, pero no podía creer que ‘Fran’ estaba trepado en una virgen que media más de cinco metros. Pensé, ‘es normal que después de varias horas corriendo los ultramaratonistas alucinemos’, pero estaba muy temprano para eso además me pidió que le ayudara a bajar en pata de gallina.

A parte de llevar la cuenta de los km, para mí es un logro cada mil metros de desnivel positivo, así que celebrar cada mil de ascenso es ‘impajaritable’, y esto iba a pasar tres veces, cada vez que me acercaba apretaba emocionada de lograr esos puntos! Seguimos luchando en el camino, pero ya todos los sueros se nos habían acabado. Adriano se adelantó a Padua para comprar más, pasamos Padua y es aquí cuando realmente comienza la travesía, ya el cansancio se siente, y la inclinación es realmente importante, ya se siente un poco más de frío y extrañamente no vemos ciclistas pero nos salen todos los perros de las fincas y definitivamente confirmamos que gente corriendo no es algo usual, la verdad creo que ese es el mayor peligro.

Comienzan las dificultades

En el km 65 se viene la primera crisis. ‘Fran’ se queda sin energía, paramos nos ponemos ropa seca, comemos y nos hidratamos. Hacemos cambios de zapatos y nos damos un tiempo, pero avanzar corriendo ya no es tan fácil, hasta este punto no habíamos parado de correr, pero si queríamos continuar nos tocaba caminar y correr, y así fue la estrategia , después de 10 km muy sufridos, ‘Fran’ me pregunta, ‘¿porque estás tan radiante, no te duele?’ ‘Sí ‘Fran’, me duele pero yo ya he sentido esto antes y sé que puedo tolerarlo’. Y la verdad era que me dolía todo, pero yo no me podía derrumbar, era la de la experiencia, la fuerte. Alguien tenia que estar cuerdo entre este par de locos.

Para darle ánimos a ‘Fran’, le dije que en los ultra se corre y se camina, se sube y se baja, y que nosotros llevábamos 65 km de correr continuo, con ya 3.000 metros de desnivel, y que eso no era normal, pues la única subida en el mundo que lo permite era la que precisamente estábamos haciendo: el mítico Alto de Letras. ‘Fran’ se recupera mentalmente, y de consecuencia, físicamente, y volvemos a tomar un buen ritmo.

Cuando Adriano se adelantaba en el carro o se quedaba atrás y corríamos solos, varios carros nos vieron en el camino y no entendían porqué estábamos corriendo allí, y en mas de cinco ocasiones se ofrecieron a llevarnos, y cuando nos preguntaban desde donde veníamos (Mariquita) y para donde íbamos (Letras) hacían una cara de perplejos y de no creerlo.

Por fin vemos un ciclista. Le preguntamos, y también venía de Mariquita, solito.

Sin asistencia ni compañeros y pensamos, qué duro. Para ser 23 de diciembre suponíamos que iban a haber pocos ciclistas, pero ¿uno sólo? Seguimos avanzando, ‘Fran’ se ríe, llora, disvaría, se mete en mitad de la carretera y me toca jalarlo para que este de nuevo a la orilla, comienzan a circular un sinfín de emociones cruzadas entre desespero por llegar y la alegría de terminar.

El reloj nos marca 79 km y nos ilusionamos con la llegada al alto, pero vemos los techos de las casas del Alto de Letras muuuy lejos, le preguntamos al ciclista ¿cuánto falta según tu monitor? ¡¡¡Nos dice 3 km!!! ¿Cómo? Sí, 3 km más. Empezamos a correr, pero no por la emoción, en serio ya queríamos llegar.

La llegada

La felicidad alucinante y el cansancio físico hablan por sí solos en Francesco y Paola.

Esos últimos 3 kilómetros fueron eternos. Para ser un páramo, gracias a Dios el clima estaba espectacular, el cielo completamente azul, el día brillante y ‘Fran’, que ya había subido dos veces en bicicleta, me dijo que nunca había visto así este alto.

Nos agradecimos mutuamente por ese momento tan especial, habíamos entrenado mucho tiempo y muy duro para lograrlo, y ya estábamos a unos cuantos metros de culminar esta loca idea. Faltan pocos metros, curva a la derecha y vemos los restaurantes, un segundo ciclista, la famosa estación de policía con el letrero del Alto de Letras y una nueva valla de Nairo alzando los brazos que dice “coroné el Alto de las Letras”. Finalmente habíamos llegado.

Francesco se derrumba y se arrodilla en la carretera, llora entre cansancio y felicidad, yo me siento en un andén y el luego él llega. Siento todo el cansancio y el dolor que había venido ocultando, mi cara en la foto lo dice todo, mi misión había terminado, la mujer de hierro, Paola Fierro estaba vulnerable, cansada, con hambre , pero muy feliz porque no sólo había logrado un objetivo increíble sino que había podido ayudar para que alguien más lo logrará. Ese fue mi verdadero premio.

La celebración

Hicimos a manera conmemorativa un par de medallas que Adriano, nuestro ángel de la guarda, nos puso. Luego, la foto obligada en la Estación de Policía con el Letrero del Alto de Letras y una agua de panela con queso.

Meta cumplida tras 10 horas, 01 minuto y 30 segundos, 82,8 km y 3.667 metros de desnivel.

Algunos policías de la estación y gente de los restaurantes, acostumbrados a ver ciclistas llegar felices, salieron a vernos, pues ya les había llegado el chisme que dos locos habían subido corriendo desde Mariquita. Abrazos van abrazos vienen y esta historia por fin ha terminado.

La recuperación:

Mi recuperación fue con entrenamientos de baja intensidad, en montaña y en la pista en Manizales, pero igualmente me sumaron “sin culpa” 100 km de atletismo esa semana posterior a Letras. Francesco, no sé si más o menos cuerdo que yo, se fue a la Riviera Maya, con su ‘novia de dos ruedas’ y tampoco paró. De hecho, el jueves siguiente se hizo un medio Ironman, no en competencia sino en entreno en solitario (1,9 km de natación, 90 km en bicicleta y 21,1 km corriendo) en la Isla de Cozumel.

Parece una locura, pero cuando tienes volúmenes de entreno tan altos, el cuerpo te pide que los hagas, así sea a menor intensidad, pero igualmente que sumen unas 20 a 24 horas de entreno semanales que es a lo que estamos acostumbrados.

Después de este asenso muchos preguntarán si estamos locos, pero la respuesta es no.

Los locos no tienen tiempo, ni cabeza, ni disposición para entrenar, esto es un desafío programado, agendado, con entrenamiento progresivo, constante y sistemático. Si fuera un arrebato de un día para otro hubiéramos llegado al km 40. Pero lograr 80 km de ascenso continuo es de mucha cabeza y preparación de meses previos, como preparar una maratón un Ironman o ultra trail.

El reloj como testigo de la travesía, que parece una locura, pero que realmente es inspiradora.

¿Y ahora qué viene?

Seguramente volveremos a hacerlo, el 23 de diciembre de 2018 hicimos 10 horas 1 minuto, pero con dos km de más de calentamiento. Es decir, nos dio 82,6 km. Los 80 km oficiales, desde el puente del río, donde apenas empieza la subida, hasta el alto, nos marcó 9 horas y 46 minutos.

Así que la idea es bajar la marca, optimizando las paradas y mejorando el ritmo al final, pues los primeros 65 km creemos que estuvieron muy bien manejados.

Esperemos que este relato sirva de inspiración para que se animen a subirlo y acompañarnos el día que lo hagamos, o en otra fecha. Gracias por habernos acompañado en esta lectura, y hasta la próxima aventura.