Sydney Mclaughlin: “Cuando batí el récord del mundo, sentí el mayor dolor de mi vida”

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El pasado 22 de julio, Sydney McLaughlin firmó una de las grandes gestas de la historia del atletismo y no se inmutó. Miró el marcador, se sentó sobre el tartán de Hayward Field, en Eugene, en Oregón (Estados Unidos), y solo esbozó una leve sonrisa cuando sus rivales y la mascota del campeonato mundial, Bigfoot, se acercaron a felicitarla.

Acababa de correr los 400 metros vallas en 50.68 segundos. Era su cuarto récord mundial en 13 meses. Hasta su llegada, ninguna mujer en la historia había bajado de 52 ni de 51 segundos en la prueba. Y aunque sus dos grandes rivales de la actualidad, Femke Bol y Dalilah Muhammad, también están entre las mujeres más rápidas de la historia, ninguna de las dos ha roto tampoco esas barreras.

«No es que no quisiera celebrarlo, simplemente no podía. Un pequeño saludo es todo lo que tenía. Si hubiera hecho los 100 o los 200 metros, tal vez habría podido moverme un poco, pero después de 10 vallas no había más en mí. En la carrera sentí el mayor dolor de mi vida, nunca había sentido algo así. Tropecé un poco saliendo de la novena valla, llegaba a la recta final y mi cuerpo empezaba a acabarse. Estaba nerviosa porque no sabía si podría con la última valla y me decía ‘por favor, pásala limpia y dalo todo hasta la meta'», explicaba hace unos días en Mónaco, cuando recibió el premio a la mejor atleta del mundo en el año 2022, en declaraciones recogidas por World Athletics y la AIPS.

Armand Duplantis y Sydney Mclaughlin, atletas del año 2022. Fotografía: Philippe Fitte – World Athletics.

Y dice World Athletics, que le entregó el premio, que su mejora, de los 51.41s de los Trials de junio en el mismo estadio a los 50.68s de esa final mundial, es de un 1,78%, y que nunca hubo una mejora tan salvaje de los récords mundiales individuales vigentes, por encima de los 8.44.43 (el anterior, 8:52.78) de la keniana Beatrice Chepkoech en los obstáculos, los 8:06.11 (el previo, 8:12.19) de la china Wang Junxia en 3.000m e incluso los 9.58s (9.69s de él mismo) de Usain Bolt en los 100m de Berlín 2009.

Es un dato tan demoledor que era casi inevitable premiar a una atleta que no es el paradigma de lo que el atletismo mundial busca en una superestrella: no compite en la Liga de Diamante desde 2019, solo tiene diez carreras registradas en seis competiciones, y solo una en el extranjero, en este año, y su carácter introvertido y tranquilo, tan en las antípodas de Bolt, no arrastra a la afición en la época de la viralidad y los vídeos cortos y emotivos.

Un año antes, en el vacío matinal del Estadio Olímpico de Tokio, McLaughlin ganó su primer oro olímpico y batió su segundo récord mundial (51.46s entonces) y la reacción a su hazaña fue similar. Cruzó la meta, se agachó, colocó las manos en la pista, miró el marcador y parecía negar con la cabeza. Solo un minuto después, cuando recibió la felicitación de su compatriota Dalilah Muhammad, esbozó una ligera sonrisa.

Y ese recato puede explicarse también por el dolor y el esfuerzo del récord mundial, o porque McLaughlin supone una evolución tan salvaje en la historia de la prueba que las plusmarcas le salen fáciles. «Basándonos en lo que habíamos entrenado, sabíamos que esa marca era posible, no estaba muy sorprendida, más bien agradecida», explica McLaughlin, tan católica. «Aunque la carrera fue maravillosa, cometí tres o cuatro errores y Bob Kersee (su entrenador) me dijo que podría haberlo hecho mejor, y eso significa que hay margen para crecer», continúa.

McLaughlin crece con la exigencia del veterano entrenador, y esposo de la campeona olímpica de 1988 y aún plusmarquista mundial de heptatlón Jackie Joyner-Kersee, que ahora ha formado un grupo de ensueño con la incorporación de otro prodigio, la campeona olímpica y mundial de 800m Athing Mu, que también se maneja con soltura en los 400 metros lisos. «Me ha enseñado mucho, no solo sobre mi prueba, sino sobre mi como atleta. Me ha ayudado a crecer mentalmente como atleta y como mujer, a trabajar mis fortalezas y mis debilidades y a trabajar en mí como un todo».

Por eso será Kersee quien decida si Sydney McLaughlin correrá también los 400 metros lisos y resuelva así las ansias de respuesta del atletismo universal, que inmediatamente después de su marca en Eugene en vallas, digna de final mundial en lisos, se preguntó de qué sería capaz, si acaso era la elegida para acabar con el viejísimo récord de Marita Koch en 1985 de 47.60 segundos.

«Tanto los lisos como las vallas son opciones increíbles. Aún hay mucho por hacer en los 400m vallas, pero tampoco he corrido los lisos de manera realmente competitiva desde la universidad (marca personal de 50.07s en 2018), por lo que hay margen de mejora. Bob aún está pensando qué hacer, qué tiene sentido y cuáles serán los objetivos de 2023. Y cuando decidamos, iremos hasta el final», promete la atleta, campeona olímpica y mundial también con el relevo 4x400m estadounidense.

El Mundial de Budapest de agosto, que en buena lógica debería ser su gran objetivo, no ayuda en la decisión, después de programar en días consecutivos (miércoles 23 y jueves 24) las finales femeninas de lisos y vallas, con las rondas previas cruzándose.

En lo que decide, McLaughlin, de solo 23 años, lleva una vida tranquila en Los Ángeles, una ciudad con tantos famosos que nadie le conoce, y eso le encanta, explica, donde escribe poesía para desconectar del deporte, está aprendiendo a cocinar y disfruta de sus primeros meses de matrimonio con el exjugador de la NFL Andre Levrone, que le ha cambiado el apellido a Sydney McLaughlin-Levrone, con el que se plantea tener hijos pronto, dice, y regresar después con éxito a la cúspide del atletismo, como han hecho Allyson Felix o Shelly-Ann Fraser-Pryce, dos inspiraciones.

Y hasta entonces, la portentosa atleta que ya fue campeona mundial sub-18 con 15 años, que saltó del atletismo universitario al profesionalismo antes de cumplir los 19 y que con 20 ya fue subcampeona mundial absoluta en Doha antes de asaltar el reinado de la prueba, pretende seguir destrozando récords, con o sin dolor, pero sin que parezca nada del otro mundo.

Tomado de: Runnersworld.com