Por: José Fernando Neira, periodista y presentador del Canal RCN

Todos, a diario, tenemos retos en la vida. Estos no necesariamente deben ser laborales y tampoco de aquellos inalcanzables, en nuestra cotidianidad aparecen, y quizá son los retos los que nos mantienen con la ilusión de vivir.

Ahora bien, cada quién se plantea sus propios retos y sin duda cumplirlos genera una gran alegría. Quiero compartir con ustedes el cumplimiento de un reto que me hizo feliz, claro, tiene que ver con el deporte o sino, no estaría aquí.

Hace 15 meses retomé una actividad que en principio creía algo aburrida, pero que con el paso de los días y las prácticas le fui tomando cariño, mucho diría yo, a tal punto que me lancé a crear un grupo de corredores, un grupo de aficionados, padres de familia, empleados, no muy jóvenes, sí, como yo. Se llama Urraca Runners y lo conforman los padres de familia del Colegio San Bartolomé La Merced.

Pero… ¿A qué va todo esto? Ellos fueron los encargados de mantenerme en el deporte que para muchos es moda, ese que hace unos años llamábamos atletismo y hoy toma un toque especial con el nombre de “running”.
Entrenamos juntos dos días a la semana y aparte cuatro más (el que puede porque toca trabajar y educar).

Pues ese entrenamiento llevó a que dijera una noche laaaarga en el canal, ¿porqué no correr una maratón?, una de esas fuera del país, esas que varios colegas como la valiente Geselle Aparicio ya corrió?.

Fue entonces cuando desafiando mi poca fe a pagar cosas por internet me inscribí a la Maratón de Miami. El reto estaba planteado. Lo hice en Septiembre, cuatro meses antes, había que entrenar fuerte. Eran 21k, la idea era la media maratón, no quería sucumbir en el intento.

Corrí varias carreras, se acercó la fecha. En diciembre intenté cuidarme. Entrené juicioso, fui a los juegos deportivos de la Acord y logré dos medallas de bronce en pista, algo que no conocía (1.500 y 400 metros), como ven todo estaba listo, volaba (en medio de mis posibilidades), me sentía bien, pero… Sí, siempre hay un pero.

A falta de 10 días para viajar a Miami y cumplir con mi reto sucedió lo que podríamos llamar tristeza y dolor. Lo que les voy a contar hace parte de las anécdotas de la vida, de esas que en reuniones dirán “no te lo puedo creer”. Mostrándole a la nueva señora que me colabora con el aseo, cómo ubicar una cobija, sentí un pellizco en la cintura (no de ella precisamente). Reapareció una lesión de hace muchos años, discopatía lumbar. En palabbras más claras: hernias lumbares. Sí, tengo dos, L4-L5 y L5-S1.

No me pude poner de pie. Intenté por todos los medios, pero tras 20 minutos fue imposible. Angustia en la casa, a tal punto que llegó, luego de 3 horas una ambulancia. Sí, ambulanciaaaaa. Nunca me monté en una, pues bueno siempre hay una primera vez y esta fue.

Algo complicado bajar de la cama, mucho más los 14 pisos para llegar a la camilla. Luego de varios intentos llegamos a la ambulancia, pero no sonó la sirena, por petición mía, me parecía exagerado. Fue curioso ver el mundo hacia arriba y de paso, al mismo tiempo, contestar preguntas de fútbol al camillero.

Ya en la clínica, de una a urgencias, luego de 30 minutos llegó la atención. Como si fuera poco, otra novedad para mí, tras debutar en ambulancia llegó la enfermera y dijo: “ le vamos aponer morfina en el suero”. ¿Morfina?, pregunté, lo cierto es que el dolor disminuyó mientras soñaba con elefantes rosados volando y delfines bailando, jejeje…

Para acortar esto, estuve hospitalizado la noche y tras una resonancia se descartó algo en la antigua lesión. Pero, ¿y la carrera?, varias veces pregunté y cada vez que lo hacia mi esposa me miraba con ganas de ahorcarme (ya saben los casados cómo es el tema). Los médicos dijeron “hágala caminando”.

Salí al día siguiente, con cuatro días de incapacidad y a sesión de terapias, las habituales 10. Muy juicioso las hice, siempre pensando en ¡correr, correr! Era mi reto!!, ese que me puse meses atrás. Tanto lo quise que cuando me sugirieron la masoterapia, lo hice. Masoterapia es un masaje, no de spa o resort, masaje pa’ machos, que cosa para doler, pero me ayudó.

Llegó el día, viajé, claro con mi esposa, había que ir de shopping, era Miami donde todo supuestamente es más barato, supuestamente.

Llegamos y tras dos horas en el ingreso a la tierra del ‘Tío Sam’ directo al hotel y después a la Expo de la Maratón. Wow, qué show!, de todo para el running, nutrición, ropa, accesorios, souvenirs, de todo. Emocionado me olvidé que estacioné mal el carro, adivinen qué. Sí, a los patios gringos. Tocó ‘bajarse’ de 131 dólares, ni modo. Pero la verdad no me dolió, no es que me sobre, pero es que los rezagos de aquella morfina 10 días atrás me tenían pensando en el domingo.

El sábado, con carro y tras visitar algunos amigos, de shopping, la tarjeta sangró, pero mi mente estaba en el domingo. Mi esposa me cuidaba, no con pañitos calientes, con su mirada, esa en la que yo encontraba apoyo y a la vez temor, temor a una lesión y fuera del país. ¿Yo?, tranquilo, ansioso.

Llegó el domingo, 4:30 a.m. despierto, ducha fría, ropa lista y con mi desayuno en una barrita, salí. Tenia carro, no volví a estacionar mal, fui directo a la estación del metro, lo dejé ahí, tomé el tren y ya veía personas con la pinta, me empezaba a emocionar. Trasbordo y al omniloop y hacia Freedon Tower, voy llegando y me encuentro con un entorno único, 20 mil personas aguardando como yo por su reto, recuerden eso, RETO.

Descendí y llegué a mi corral, el G. Me encontré con Orlando Guerrero, nuestro gran corresponsal en Miami, hablamos y cuando aún estaba oscuro, se dio la partida. ¿Emoción?, uff, mucha.. muchísima!!!. Hacía parte de la maratón, dije en mi mente “que llego, llego!!”. Pues empecé a trotar (no lo hacia hace 15 días), me sentí cómodo quizá por la adrenalina, cada milla que se cubría me daba alegría, sabia que debía ir despacio, 10 días atrás estaba en la clínica.

El recorrido estuvo acompañado de lluvia y frío, sí, bastante frío. Al cabo de la primera hora empezaban los dolores en la planta del pié y luego pasaba a la rodilla izquierda. De un momento a otro, el sistema urinario decía presente, preciso cuando lograba tener un paso agradable junto a una venezolana de la que nunca supe su nombre. A la altura del final de Ocean Drive, parada técnica. Rapidito lavada de manos y a retomar. La ingle empezaba a decirme que bajara el ritmo.

La lluvia no permitió la presencia de una buena cantidad de aficionados en las calles, pero los que salieron animaban, recuerdo carteles que decían “Si estas cansado recuerda porqué te inscribiste”, y claro, lo recordé, recordé a mis hijos, recordé a mi esposa, recordé a las “Urracas” y recordé el dolor, por eso tome aire y de pronto… apareció la venezolana, iba caminando ella, ingiriendo un gel para tomar fuerzas.

Faltaban 7 kilómetros y pese a que no hablamos antes, y simplemente sabíamos que íbamos con el mismo paso, éramos partners en carrera. Fue por eso que al verla le dije «¡vamos, hace 10 días estaba en la clínica y hoy estoy aquí, vamos!», chocó mi mano y retomamos ritmo, si yo bajaba ella animaba y viceversa.

Como las distancias eran en millas, ella me hacia la traducción. Ahí íbamos, faltaban 1.200 metros. Aparecieron banderas de Colombia, gente apoyando y recuerdo mucho un cartel que decía “el dolor pasará, el orgullo queda”. Así fue, aceleramos y luego de 2 horas y 18 minutos crucé la meta, mi meta, esa que tenía en mente y nada ni nadie me iba a detener. Pasé y no hubo llanto, sólo alegría, y ¿saben porqué?. Por que un reto, mi reto, ese que muchos no entendían o sentían miedo, lo superé.

No sé si soy ejemplo para ustedes, pero sí lo fui para mis hijos que vieron en esas dos semanas que la vida está llena de retos y pese a que las dificultades aparecen no nos debemos rendir, para lograr los sueños tenemos que plantearnos retos y la felicidad está en superarlos con corazón.