Por: Julián García Wren

Les confieso, nunca pensé correr una maratón, menos a mis 40 años y tampoco que lo pudiera hacer solo dos años después de haberme encarretado con el running.

Quizá nunca lo tuve en mi mente porque aunque practiqué atletismo de velocidad en mi infancia, sin llegar a ser competitivo, mi vida deportiva había transcurrido entre el tenis, el baloncesto y el fútbol, pero nunca el running. Sin embargo, no todo fue deporte, el sedentarismo me agobió, había dejado de fumar desde 2009, luego de 14 años de hacerlo, pero la excusa de que «no tengo tiempo», «estoy muy cansado» o «es que…» hicieron que el deporte lo viviera solo por televisión en varios años de mi vida.

Sin embargo, la pasión por este hermoso deporte surgió como un sano «escapismo» al manejo del estrés laboral, pero mi idea era solo cumplir con las recomendaciones médicas y de salud ocupacional de ejercitarse, de equilibrar el trabajo, la vida familiar y el deporte.

En abril de 2014 me invitaron a los 10K de Los Héroes (la carrera de nuestras FFMM y Policía) y me asusté de inmediato: ¡10K! Eso es larguísimo y no aguanto, pensé. Afortunadamente había la opción de 5K y me le medí, haciendo un tiempo de 48 minutos, toda una proeza para mí. En mi primera competencia encontré el primer click de enganche con el running, la emoción de cruzar la meta.

Esa experiencia me motivó a probar, nuevamente, si retomaba el deporte, por lo que gracias al profesor Helbert Montero fuimos creando una rutina de ejercicio aeróbico y anaeróbico, que buscaba algo más a partir de la creatividad y no caer en el aburrimiento del gimnasio, sino seguir encontrando buenas sensaciones de motivación que alimentaran el balance de mi vida.

Una hora por sesión, tres veces a la semana, fue el inicio de un nuevo intento de hacer deporte periódicamente. Para mis adentros decía cuánto iba a aguantar. Sin embargo, me fui adaptando y rápidamente asumí un segundo reto: la 10K de la Media Maratón de Bogotá (MMB), la cual cumplí en más de una hora y 15 minutos. Me acuerdo que metros antes de llegar miré a la izquierda, vi a los que arribaban luego de 21K y pensé: El otro año quiero estar allí, quiero cruzar esa meta.

Poco a poco fui aumentando el tiempo y la intensidad del ejercicio (running, TRX y pesas) y el cuerpo respondía pero vinieron los dolores de rodilla. El motivo fue fácil encontrarlo, el sobrepeso, estaba sobre los 102 kilos y con mi estatura de 1.89 metros no me auguraba un buen futuro. Por esos días vi la historia del goleador Gabriel Batistuta, quien sufre hoy en día para caminar porque prácticamente no tiene rodillas, por lo que me tocaba tomar una decisión: si quería seguir corriendo debía bajar de peso.

Comencé a trabajar en ello y la primera alegría vino en la Run Tour de Avianca de 2015, bajé la hora en los 10K. Me di cuenta de que el cuento del running es de motivación permanente, de trazar planes, de arriesgar, de trabajar, de prepararse y de pagar «primiparadas», como la que viene.

Un gran desafío se acercaba, saltar de 10K a 21K con la MMB. Leí sobre el tema, revisé videos en Youtube y me preparé para ello. Luego de 2h y 22m y parar tres veces porque me desgaste al principio y me quemé, me creí keniata y arranqué a toda, crucé feliz la meta con piel de gallina y todo, emocionante.

Ya el running estaba dentro de mí. Ya quería más y sabía que iba por buen camino. El plan a largo plazo era hacer sin parar la MMB en 2016. Participé en varias carreras y me entusiasmé, y a mi familia, el apoyo de mi esposa e hijos es y ha sido clave (ténganlo en cuenta), para ir a la media de Miami en enero de 2016, reto que no era fácil pero me ilusionaba correr fuera del país.

La preparación fue mayor, intensa y renové mi pasión por la natación, deporte que para mí ha sido clave en este proceso. El mar y la piscina fueron cómplices de mis entrenamientos y pensamientos de que sí podía cumplir el propósito. El resultado: 2h 04m, 18m menos que seis meses atrás (claro, esta a nivel del mar y con frío que estaba haciendo en Miami). Un dato clave: además de seguir sintiendo la emoción de superar tiempos y cruzar la meta de mi segunda media maratón, viví lo mismo que en Bogotá, al llegar miré, esta vez a la derecha, la meta de los maratonistas y me propuse: «El otro año (2017) quiero cruzar la meta de los 42K».

Sin gasolina…

Sin embargo, sabía que debía ir paso a paso. Estaba cerca de bajar las 2h en 21K e iba por ello en Bogotá a mitad de año. Me preparé, bajé bastante de peso (94 kg, me faltaba más) y llegó el día del gran reto de esa dura carrera; me sentía muy bien.

Arranqué según lo planeado, iba por el objetivo pero me sucedió algo inesperado, ¡se me acabó la gasolina! En el kilómetro 18 me fundí, el hambre me agobió, ya no tenía más geles (había llevado solo dos) y me tocó caminar dos veces. El resultado: 2h 06m. Una gran frustración pero enriquecedora por la enseñanza, insisto, cada carrera es un mundo diferente y se aprende para mejorar en el deporte y en la vida.

Había revancha, y cerca. La media de Medellín, era la tercera en los últimos 15 meses de mi vida. Continué con el entrenamiento, analicé el recorrido, alisté varios geles extra y fue una espectacular carrera con un tiempo de 1h 54m, ¡la tercera fue la vencida y bajé las 2h! Felicidad absoluta.

La hora de la verdad, mi primera maratón

Pasó Medellín y ya tenía que enfocarme en la full maratón de Miami. Se puso serio el tema y para ello tenía que tener asesoría profesional en preparación de maratonistas. El profe Carlos Omar Guerrero fue el guía y por cuatro duros meses me fue poniendo a punto para el gran día, el 29 de enero de 2017.

Tenía que creérmelo de que podía, eso era lo primero. Cada «entreno» fue con esa premisa y por más que la exigencia fuera dura siempre cruzar la meta bien y completo era el objetivo. No quería llegar caminando ni mal de salud. Lo segundo, hacer menos de 4 horas, por ello el trabajo de preparación era mayor.

Cuidarme de las lesiones, una mejor alimentación y más de 1.000 kilómetros recorridos y 31.800 metros nadados, con muchas madrugadas y sacrificios de tiempo familiar y personal en los últimos cuatro meses, fueron mi forma de vida que disfruté y viví a plenitud. Había logrado el peso esperado, 86 kg, 16 menos en dos años a base de ejercicio y una mejor alimentación (comiendo de todo pero balanceado).

Con el trabajo hecho y la consigna de disfrutar ese gran día, viajé con mi esposa a la capital del sol. Sin embargo, el pronóstico climático no resaltaba ese calificativo porque la lluvia y el frío indicaban que ese iba a ser el común denominador de la competencia.

El sábado previo hice un poco de trote para soltar, fuimos a la feria de la carrera y luego a pasear un rato por esa gran ciudad. Un buen plato de pasta por la noche y a descansar habiendo dejado todo listo para el otro día. Tener y cumplir un check list es clave para evitar contratiempos.

Para el día de la carrera puse en marcha el plan que ya había practicado dos veces en el último mes, previo a los entrenamientos de fondo. A las 3:00 a.m (3h previo a la competencia) una buena porción de arroz, gran fuente energética, y a dormir a otra vez.

A las 4:30 a.m. arriba de nuevo, una buena ducha, alistamiento y desayuno, en mi caso fruta, sándwich y avena. Estaba ubicado cerca al punto de partida, así que me fui caminando para calentar un poco ante el frío que estaba haciendo. Esta vez fui un poco más precavido y llevé chaqueta (la bota uno en el camino durante la carrera y la organización las recoge para entregarlas a familias pobres); en 2016 hizo un frío terrible y no llevé nada, casi me congelo, «primiparada» de novato extranjero.

Mi estrategia era clara. Correr a mi ritmo los primeros 30K (5:30 aprox.), en ese punto analizar mi estado y decidir si me mantenía, bajaba o subía el ritmo para los últimos 12K. En la alimentación, comer cada 9K.

No habían pasado los primeros 2K cuando la lluvia se hizo presente y nos acompañó por el resto del recorrido. Con ella, el viento y el frío fueron el común denominador, factores para sortear y manejar en la competencia.

Llegamos al punto de quiebre de los 21K y 42K, ese fue un momento emocionante porque allí comenzaba para mí la carrera y cumplía el reto de hace un año. Ya éramos menos colegas y como el recorrido era nuevo mi fin era disfrutarlo y dejar pasar el tiempo y distancia hasta los 30K. La lluvia había mermado un poco.

El apoyo de la gente a los costados, familias enteras en las calles aplaudiendo y dando palabras de apoyo, música, los niños animando y entregando hidratación y grupos de porristas colegiales marcaron esa segunda parte del recorrido, sin lugar a dudas una fiesta que ayudaba a seguir sumando kilómetros.

En el kilómetro 29 apreté, me sentía cómodo y completo; así que decidí acelerar el paso hasta donde sintiera que quizá no aguantaba, pero ese momento no llegó, gracias a Dios.

Comencé a pasar atletas que me habían superado pero ya se veían disminuidos, algunos acalambrados o con otras complicaciones. Cada vez iba más rápido y la FC estable a 150 ppm, mis minutos por kms oscilaban ya entre 5:18 y 5:00, la meta estaba cerca y la emoción aumentaba.

Al bajar de la avenida de Key Biscayne y tomar la Brickell para enrumbarme a los dos últimos kilómetros bajo una intensa lluvia, no me lo creía. Sin preverlo, mi mente abrió un álbum fotográfico con flashes de los entrenamientos, de los fondos largos, de las carreras anteriores, de las brazadas en el agua, de los alientos de la familia antes y después de cada sesión, en fin, fue un turbo que me hizo hacer 4:28 y 4:30 en el 41 y 42, respectivamente y, en medio de lágrimas por la inmensa emoción, indescriptible emoción, ¡crucé la meta a las 3h 50m y 18s!

SI su lectura llegó hasta aquí le agradezco su paciencia y atención; ya conocen un poquito más de mi vida, la cual comparto con total desapego porque en el poder transmitir experiencias creo que se aprende y crece a nivel personal y de su entorno. Espero haber contribuido en algo para ello.

Mi mensaje final es que soñemos, salgamos de la zona de confort y arriesguemos para ganar, para ser mejores cada día. El deporte es un buen vehículo para ello, es un complemento fundamental para nuestras vidas profesionales y familiares. Fijemos metas y trabajemos, sin prisa pero sin pausa, para cumplirlas.

Gracias a Dios por permitirme vivir esta grandiosa experiencia; a mi mamá y hermana por su aliento; a mi padre que desde el cielo me abraza; a mis profesores Helbert y Carlos Omar por su guía y formación; a Pablito, mi masajista y trainer estrella; a todos los amigos por sus mensajes y a Julio César por abrirme el espacio en este importante medio de comunicación.

Y a ustedes, Fabiola, Manuela y Jacobo, GRACIAS por el apoyo, sin ustedes no sería posible llegar a cumplir este sueño, los amo.

¡Van 19 carreras y vamos por más! ¡Siempre con toda!