Todo inició hace cuatro meses, pensando en qué hacer de nuevo, buscando un reto que me volviera a enamorar de correr. Sentía que necesitaba algo que reviviera el amor y las ganas de entrenar, algo que me hiciera sentir ese fuego o energía que se siente al tener un objetivo grande en mente. Luego de mucho tiempo de pensar y mirar qué iba a hacer, escogí la opción que más me gustó por su exigencia y como reto personal: realizar el Everesting, 8.848 metros de desnivel. Era algo grande y, en mi investigación, no encontraba nada en la red de personas que lo hubieran realizado corriendo en Colombia. Una vez decidido el qué, empecé a planear el cómo y el cuándo.
Revisando rutas y segmentos en Strava, llegué por casualidad a una actividad de un ciclista que se hace llamar «el Sherpa», quien estaba por realizar un doble everesting en el Alto de Letras. Este recorrido empieza desde el municipio de Mariquita, en el Tolima, y sigue rumbo a Manizales. Es considerado uno de los puertos de montaña más largos del mundo, con 81 km de recorrido y rampas que van del 4 % al 11 % en la más fuerte. En total serían 4.192 metros de desnivel por subida, lo cual implicaba hacer dos ascensos completos (162 km) y un tercer tramo de 20 km desde el punto conocido como «Delgaditas». Este último tramo es para mí el más complejo y mentalmente desafiante de todo el recorrido; el clima cambia y, tal vez, el sentirse más cerca de la meta lo hace más duro.
Preparación
Junto a mis entrenadores, Yesid y Milena Orjuela, comenzamos los entrenamientos enfocados en esta travesía, con ritmos cómodos y controlando la frecuencia cardiaca. Entrenamos en terrenos variados para fortalecer el cuerpo, aprovechando lo quebrado del terreno. Fueron cuatro meses de entrenamiento en los que disfruté y me enfoqué al 100 %. Tuvimos que practicar la alimentación durante los entrenamientos largos, implementando un poco de la dieta que manejan los ciclistas, como rice cakes y banana bread. Todo esto me dio una buena base para enfrentarme a este reto. Como me dijo mi entrenador, esto es de paciencia y de disfrutar cada kilómetro del trayecto.
Planeación del recorrido
Junto a mi esposa, quien merece un agradecimiento especial en esta nota por estar conmigo en cada locura que se me ocurre y ser el pilar importante en momentos de duda, comenzamos a planificar el trayecto en Strava para tener el recorrido al 100 %. Nos pusimos en contacto con las personas de Everesting para enviarles la ruta y obtener su aprobación, evitando contratiempos o faltas de metros de desnivel. Logramos tener todo a punto en el aspecto de la ruta: sabíamos que eran dos ascensos a Letras, más el último tramo desde Delgaditas. Uno de los problemas era cómo realizar los descensos, pero se permite el descenso asistido en Everesting run. Aunque no conseguimos a alguien para acompañarme y hacer los descensos hasta Mariquita, seguimos adelante con la planificación.
Para resolver el problema, conseguí un chaleco para carreras de ultradistancia, termos plegables, una power band, luces para la noche (delantera y trasera), y todo lo necesario para los ascensos. Organizamos todo: geles, hidratación, un mini botiquín, una camiseta de cambio, dinero, baterías para la banda de ritmo cardíaco y las linternas, y comida empaquetada en papel aluminio. Hicimos tres veces un ‘checklist’ para asegurarnos de que todo estuviera perfecto.
El día del viaje
El viernes 31 de mayo de 2024, a las 9:00 a.m., nos dirigimos al Terminal de Transportes de Bogotá para tomar el bus hacia nuestro destino. Un viaje lleno de emoción y ansiedad. Al llegar, organizamos todo lo necesario de pies a cabeza en la mesa del Airbnb. Sabía que en el ascenso necesitaba todo lo que tenía en mi lista, así que un merecido descanso del viaje y un rato en la piscina con mis hijos para distraer la mente. Cena y a dormir, sabiendo que a la 1:00 a.m. debía despertarme para salir a más tardar a la 1:40 a.m.
Día del ascenso
Las alarmas de mi celular y el de mi esposa sonaron al mismo tiempo; no quería que una falla por los nervios me hiciera que no me levantara. Me despierto y tomo consciencia de lo que estoy por hacer. Nos vestimos con orgullo y ganas para enfrentar la larga jornada del primer ascenso, presupuestado en unas 12 horas. Ya vestido con mi chaleco, salí con una bendición de mi esposa y un abrazo de mi hijo.
A la 1:30 a.m., ya estaba en la calle, realizando mi calentamiento y movilidad. A las 1:40 a.m., empezamos. El pueblo estaba en su furor un sábado de festivo: bares y tiendas llenos, el clima caluroso. Las caras de las personas mirándome correr a esa hora, con comentarios como «¿ese man qué?» y «¿ese va pa’ Letras?» me hacían sonreír. Dejando atrás el pueblo, un letrero indicaba el inicio del ascenso a Letras. «Alto de Letras 80 km, pendiente media 4 %, pendiente máxima 11 %». A los 2 o 3 km, enfrenté el primer obstáculo: la oscuridad. Solo con la luz de mi linterna en la cabeza, me sentí vulnerable y perdido. Agradecía cada vez que pasaban camiones o mulas que me iluminaban con sus luces.
Mi primera meta volante era llegar a Fresno, a unos 24 km de distancia. Mi voz interior me hablaba y distraía, ya que la oscuridad me afectaba y me sentía muy solo. A las 4:00 a.m., tuve un percance: un murciélago se atrajo por mi linterna, que, al moverla fuerte, se cayó y dejó de funcionar. Con mi celular como guía, seguí adelante.
Escuché música y voces a lo lejos, esperanzado de encontrar ayuda para mi linterna. Al llegar a una caseta con personas en plena fiesta, pedí dos electrolitos y unas pilas triple A. Sorprendidos de verme a esa hora, se ofrecieron a pagar mi cuenta y me desearon suerte. Agradecido, seguí mi camino.
Coroné mi primera meta: Fresno. En una pequeña curva, se encontraba el icónico nombre del lugar. Paré en la bomba al final del pueblo para descansar y comer algo. A las 5:00 a.m., un policía me preguntó si todo estaba en orden. Al explicarle mi ruta, me miró incrédulo y me deseó buena suerte.
Con el amanecer, cambió mi actitud al ver los hermosos paisajes. Mi segunda meta volante era el municipio de Padua, a 40 km. El clima era más agradable y las personas me mandaban energía positiva y bendiciones al saber mi objetivo. Llegué a Padua, con una subida absurda en sus últimos 600 metros para llegar a la iglesia. Coroné la subida, pero llegaron los calambres en mi pierna izquierda. Recargué líquidos, estiré y seguí adelante.
En los siguientes 20 km hasta Delgaditas, tuve que caminar en sectores, manteniendo un buen ritmo. Entre trotes, caminatas y paradas para comer, mi pierna izquierda sufrió un calambre fuerte que me dejó en el piso. Con dolor y lágrimas, logré soltarla y seguir adelante. En Delgaditas, tomé una Coca-Cola para recargar energía.
Comenzaron los últimos 20 km, con un viento más fuerte y frío. Me puse un chaleco térmico y mangas para mantener el calor. Eran las 10:30 a.m.. Me repetía «estamos cerca» y «ya hicimos 60 km». Descontaba kilómetros mentalmente, hasta llegar a los últimos 10 km, los más largos y duros. Los calambres en ambas piernas me costaban mantener un trote constante. Decidí no realizar el segundo ascenso y le informé a mi esposa. Me senté al lado de la carretera, mientras bajaban ciclistas que me animaban. Tomé fuerzas, hice un masaje en las piernas y seguí adelante.
Cada kilómetro se hacía más largo. La carretera permitía ver a lo lejos el tramo que faltaba. La satisfacción de lograrlo me forjaba y demostraba lo que puedo lograr. Al ver la estación de policía con su teja azul claro, supe que estaba cerca. Intenté acelerar, pero el cuerpo no respondía. Guardé las fuerzas restantes y me acerqué poco a poco.
Al llegar al letrero de Letras, tras 81 km y 10 horas 49 minutos 22 segundos, rompí en llanto de emoción y satisfacción. Aunque no cumplí con mi objetivo completo, el ascenso a Letras fue lo mejor de mi vida. Lo hice solo en la ruta, pero con mil personas detrás de mí. Lograrlo me ha dejado una satisfacción que no se ha quitado hasta ahora.
Muchas gracias a todos los que me apoyaron en esta locura. ¡Un abrazo y nos vemos en la ruta porque ese everesting lo hacemos!